Revista Diario

Un desahogo en toda regla

Por Belen
Estoy que no estoy. Con esta frase tan sin sentido puedo resumir mi estado físico y emocional en estos momentos. ¡¡Jo!!, qué mal me sienta el calor. No sé muy bien por dónde empezar, me noto entrar en barrena y o salto en paracaídas o me estrello.
Un desahogo en toda reglaAsí para empezar quizá es algo fuerte esto que cuento pero es la pura realidad. ¿Os he dicho que mi peque es muuuuy demandante? Creo que sí, ¿verdad?, como unas trescientas veces en el tiempo que llevo compartiendo mis días en la blogosfera. Él es intenso, adoro el término, porque le define perfectamente. Y demasiado listo para mi gusto. Listo referido a espabilado, pícaro.
El regreso de vacaciones está siendo más caótico de lo esperado. Esto, la falta de rutinas, actividades, que está creciendo muy deprisa, está convirtiendo el verano en un caos.
Por un lado yo no tengo mucho tiempo para ocuparme de las cosas básicas de casa. ¡¡Ojo!! que yo no quiero ocupar 6 horas al día en la limpieza y cuidado del hogar. Pero hay que comer, hay que tener una higiene básica, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos con animales. Hay que lavar y planchar la ropa que nos ponemos.... bueno planchar ya ni se plancha, ya hasta vamos arrugaos. Pero hay un mínimo indispensable que hay que cumplir. Y no tengo tiempo porque él requiere atención continua. Se aburre, pasa de juguetes, de jugar solo, de tele, todo le aburre. Solo quiere acción, juegos inventados, balón, piscina, correr, bici. Y claro, yo no puedo con todo.
Papá viene por la tarde, y él se ocupa en gran medida de la actividad física del peque, pero hemos tenido tardes complicadillas y el pobre no ha podido ocuparse todo lo que hubiera querido (trabajos, asuntos familiares).
El caso es que el niño está atacadito de los nervios, cuando se pone así yo reconozco que me pongo muy nerviosa. Y mi estado de ánimo retroalimenta el suyo. Aviso para navegantes primerizas: vuestro estado de ánimo y vuestro humor repercutirá directamente en el estado de ánimo y humor de vuestro hijo. Así que ojo al dato. Mi marido esto me lo ha repetido hasta la saciedad. Y reconozco que me ha costado asumirlo, pero es un hecho.
Así que contar con tiempo para mi, como mujer, no como madre, es misión imposible. Las entradas del blog, por ejemplo las hago por la noche, o cuando él duerme, o con él encima de mi aporreando un teclado viejo que le hemos dejado. Ducharme, peinarme, acicalarme.... todo eso se hace de noche, a partir de las 23 horas, nada menos. Ir a la peluquería, depilarme, etc, lo hago con él. Podéis imaginaros las escenitas que podemos llegar a montar.
Y sí, ya sé que esto debe ser lo normal, que no pasa nada, pero yo ahora mismo me confieso sobrepasada. Que mi hijo se me cuelgue de la pierna y no pueda ni cocinar para poder comer, es agobiante al máximo. Que no pueda jugar con sus cosas solo media hora me supera. Yo no quiero que esté todo el día jugando solo, ese no es el plan. Pero,.... ¿media hora?, ¿no es posible conseguirlo durante media hora?.
La explicación que yo veo es la siguiente: Mi peque será de los mayores cuando empiece el cole. Ha llegado un punto en el que necesita estimulación a tope y en todo momento. Sabéis que él hacía sus cositas, Música, natación, pequeteca. El parón de verano no le ha gustado nada, a esto se une el calor, el regreso de vacaciones, que en Madrid no estamos haciendo tantas cosas como en la playa. Diagnóstico: aburrimiento. Creo que aquí está la clave.
Mi diagnóstico: agobio absoluto, complicado con una contractura a nivel de cervicales, insomnio nocturno, despertares varios cuando consigo dormir, ir atacada todo el día. No está mal.
Y la verdad no me gusta lo que veo, no me porto bien, no actúo como una buena madre, me sorprendo gritándole, o diciéndole que me deje tranquila y juegue solo. Y eso solo contribuye a que él se ponga más nervioso y empeore la situación.
El día lo hemos empezado así, nerviosos los dos, gritándonos y de mal humor. Gracias a una pequeña ayudita, un ibuprofeno, me he encontrado físicamente mejor. Y me ha permitido pensar un poco y empezar a sonreirle más, a hacerle más caso, a hablarle más tranquila. Enseguida él ha reaccionado, han empezado las risas, el buen humor, el obedecerme. Ha sido increíble. Y por eso he querido escribir esto.
Me confieso, mea culpa.

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