POCO MÁS DE 64.000 afiliados del Partido Popular han aceptado inscribirse para poder elegir al sucesor de Mariano Rajoy en la presidencia del partido.
De esta forma, según datos provisionales, sólo el 7,4 por ciento de los supuestos 860.000 militantes de la formación conservadora podrán participar en la votación del próximo 5 de julio a la que concurren seis candidaturas: María Dolores de Cospedal, Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado, José Ramón García Hernández, José Manuel García-Margallo y Elio Cabanes.
Para poder participar, los afiliados han tenido que registrarse, manifestando su deseo expreso de intervenir en el proceso, y estar al corriente de pago de sus cuotas, requisito que podían solventar previo pago de 20 euros.Tan baja participación, tanto desinterés, puede obedecer a diversos factores y ninguno bueno para el PP: las bases del partido, tradicionalmente motivadas, se han desmovilizado hasta límites insospechados; las cifras oficiales de afiliación no eran más que una engañifa, bastante pueril, por cierto. Visto lo visto, tampoco parece que haya tenido mucho éxito el llamamiento de los candidatos a los afiliados para que se apuntaran.Sirva también como ejemplo del desinterés mostrado por el PP que en 2017 más de 155.000 inscritos refrendaron el liderazgo de Pablo Iglesias en Podemos (34 por ciento del total) y que en las últimas primarias del PSOE, casi 150.000 afiliados socialistas participaron en la votación ganada por Pedro Sánchez.Cuando el jueves de la próxima semana la militancia popular acuda a votar para decidir qué candidatos llegan al Congreso extraordinario del 20 y 21 de julio (dos, como máximo, de los seis en liza) y quienes son los compromisarios, el recuento irá sorprendentemente rápido dada la apatía de las bases.No es solo que la elección del sustituto de Rajoy haya provocado un escaso interés, que también. Es que tampoco les motiva quién será su candidato en las próximas elecciones generales y, en definitiva, en medio de tanto barullo, se desentienden del futuro del partido. Parece como si lo único que les mantenía cohesionados era el poder mientras mantuvieron el Gobierno. Desde luego, más motivos no pueden tener para embarcarse de una vez en la catarsis tan largamente aplazada y que tanto necesitan.Desastre, fiasco, desilusión, fracaso, desánimo, humillación, sonrojo... Que cada uno ponga el calificativo que considere sobre la situación interna del PP. De momento, a mí no se me ocurre ninguno mejor para definir a un partido, todavía en estado de shock, tras el rápido e imprevisto abandono de Rajoy, atrapado en su propio laberinto y sin visos de poder encomendarse al nuevo líder que les guíe hacia la salida. Quien ha visto a este partido y quien lo ve, descompuesto como un azucarillo en un vaso de agua.