Revista Cultura y Ocio
Entré a un bar con la intención de leer el periódico del día. Lo tenía alguien que por su provecta edad leía la actualidad como si fuera el horóscopo. Mientras el futuro le esperaba sin cogerle, yo salía desinformado. Fui al cine con la esperanza de ver algo interesante. La cartelera me escupió con su anodina propuesta. En el puesto de la ONCE vendían cupones premiados hacía tres meses. Una viuda corría por medio de la calle vestida de novia y los coches frenaban a su paso como si no supieran decidirse por tocar el claxon o, en silencio, dirigirse al cementerio. Un transeúnte llevaba un paraguas invertido para recoger la lluvia. Fui a un parque público y no me permitieron el paso. Quieto me quedé. La tarde no daba para más. Fui a casa. Conté los peldaños falsos que hay en la escalera. Eran todos. En mi portal, justo antes de meter la llave en la puerta siempre oía risas. Siempre hice oídos sordos. Ese día entré en una casa que no era la mía. Lo supe porque tenía en el recibidor una carta abierta del banco. Puse la televisión para ver las noticias. No entendía nada. Dieron la previsión del tiempo como si fuera el horóscopo. Los acuario tendrían lluvia. Los leo, sol. Me alegré de haber nacido en julio.