De izquierda a derecha: Jesús Trillo-Figueroa, Ricardo Ugarte y Benigno Blanco.
Se celebró ayer en Jaén la VIII Jornada de Estudio, "Ciudadanía y Valores", a la que asistieron unas setenta personas de todas las edades, entre las que me encontraba yo.Estaban invitados dos ponentes: Benigno Blanco (abogado y Presidente del Foro Español de la Familia) y Jesús Trillo-Figueroa (Abogado del Estado y escritor). El segundo habló de temas tan interesantes como el derecho a la libertad religiosa, el laicismo, o la democracia; pero es del primero de quien quiero contaros algo, con el permiso del señor Trillo-Figueroa.Benigno Blanco tiene 54 años y su nombre me recuerda a un siniestro personaje que se llama como él: Benny Blanco, un hampón que aparece en la película Atrapado por su Pasado (Carlito's Way, 1993); tendría que habérselo dicho. Benigno es de mediana estatura, mirada inteligente y fumador (cuando puede). Pocas veces he escuchado a un orador como él: su discurso es fluído, preciso, coherente y fácil de seguir. Serio, muy serio, pero enormemente ocurrente, intercalando en su torrente verbal referencias cómicas, irónicas o, simplemente, algún que otro taco muy a propósito. Ayer nos habló de la razón, la fe, el diálogo y el amor, y todo eso para abordar el tema central: ¿Está en crisis la familia?Me alegró comprobar que, al igual que yo, Benigno opina que no es la familia la que está en crisis, sino el ser humano. Por eso hay crisis económica, de valores, demográfica, de la educación,...hasta el Real Madrid está en crisis. La (post(post(post(post)))) modernidad voceó su desconfianza en la razón y, por ende, renunció a conocer la verdad de las cosas. Esa búsqueda (obligatoria) que ha definido a la cultura occidental, perfecta fusión de la tradición helenística y judeo-cristiana, fue desechada como tarea estéril. La verdad sobre el hombre, creado por un Ser inteligente y no fruto del azar, no puede ser aprehendida o no existe. El diálogo, herramienta para buscar la verdad, se ha convertido en instrumento para la confrontación, la imposición, la demagogia o la charlatanería.La familia, basada en la unión entre un hombre y una mujer (una realidad humana, anterior al cristianismo, y santificada por éste como el ámbito más apropiado para que el hombre viva y desarrolle su sexualidad) se cuestiona en su tipología y sus fines: el amor entre los cónyuges y la fecundidad.Por eso, es necesario defender sin complejos a la familia como institución de derecho natural, mostrando a las claras -abiertamente- la felicidad que acarrea para el ser humano vivir en familia (base de la sociedad), superando egoísmos, manías o, incluso, patologías. Así, cada uno en su ámbito, puede hablar de esta institución como un bien al que no debemos renunciar, algo que implica esforzarnos por adquirir "explicaderas" que nos permitan dar razón de nuestro modo de vida que (no nos engañemos) sigue siendo el que la práctica mayoría de los seres humanos elige libremente. Puede ayudarnos en esta tarea integrarnos en asociaciones, promoverlas nosotros, orientadas a devolver a la familia su verdadera y racional naturaleza.Siempre hay alguno que se distrae...