Cualquier día entes de empezar a vivir deberíamos saber algunas cosas.
Deberíamos saber que las drogas nos destruyen, pero NO como lo podríamos imaginar. Jamás hacen lo que tú crees que podrían hacer. Si hiciesen lo que supondríamos, NO habría tantos problemas derivados.
No habría tantos bulos generados a través de la experiencia de cada uno de sus consumidores. Porque esto es curioso, los propios consumidores, son aquellos que le quitan peso a los síntomas, son aquellos que no saben divertirse sin usarlas, son aquellos que reivindican otras maneras de vivir, sin percatarse de que no son ellos quienes escogen ese formato de vida. He aquí el paradigma de las drogas, un extraño estado en el que sientes que eres lo que deseas, y sin embargo, nada más lejos de la realidad. Con cada toma, te alejas más y más de aquello por lo que soñaste.
El caso es, que me pidieron que me implicara más en la labor que, desde el centro Sinesis, se viene haciendo desde hace unos años. Esa labor, ese trabajo que muy pocos han sabido sacar adelante con éxito.
Resulta que yo soy una de esas personas que, por suerte o por desgracia, fue a dejarse caer por dicho centro.
La historia no es otra que la de cualquier otro mortal, que un buen día decide salir a la calle a ver que es lo que pasa fuera de casa.
Empezaba a salir de fiesta con los amigos.
Un buen día decidimos probar un cigarrillo de hachís, y aquello no llamó poderosamente mi atención. Hasta que cualquier otro día alguien decidió que sería bueno fumarse otro. Desde aquel o cualquier otro día, empecé a fumar más a menudo.
Aquello era innocuo, indoloro, y además me divertía. Todo iba bien.
Algún día, o mejor dicho, una noche, después de fumarme algo y beber unos cuantos cubatas, un "amigo" me presenta una colega de fiesta que lleva en el bolsillo. Una fiestera envuelta en una papela, se llamaba cocaína.
Aquella noche me pareció salir de mi mismo, NO sabía a donde, pero a algún sitio que NO conocía. Un lugar al que volvería, seguramente, más a menudo de lo que realmente me hubiera gustado.
Y así poco a poco, o mucho a mucho, te involucras en un mundo en el que crees encajar. Sin embargo, siempre llega el día, NO sabes cuando, pero llega el día en que aquello que parecía divertido, ya NO te hace ni puta gracia. Los días los pasas en una lucha continua entre lo que está bien y lo que deseas.
En realidad lo deseas. Sabes que lo que está destruyendo tu vida y la de los que están a tu alrededor, es lo mismo que deseas, a pesar de tu conciencia, cada noche.
Es extremadamente complicado darte cuenta por ti mismo de lo que está pasando a tu alrededor. NO se puede, ya que lo que está dañado es la máquina de pensar, el cerebro. Por ello, NO hay manera de identificar lo que está bien y lo que NO.
Piensas que lo que sucede a tu alrededor es lo normal. Pero todo es un error.
A veces hay ligeros vislumbres de lo que te está pasando. Te das cuenta que te suceden demasiadas cosas que NO deseas, que tus amigos NO siguen tus ritmos, tu pareja ya NO está bien contigo, en definitiva, tu vida está como detenida en un tiempo maligno, NO avanza, siempre haces lo mismo, mientras a tu alrededor, la gente avanza en el camino de la vida.
Decidí acudir a un especialista, un psicólogo, que no pudo hacer nada.
Más adelante un psiquiatra, me atiborró a pastillas que usaba para "ponerme" en mi sitio. Más tarde me daría cuenta de que estos estudios, aún son un poco neófitos en este campo.
Es entonces cuando empieza un deterioro, bueno, un deterioro que empezó hace muchos años, pero que hasta que NO pasa el tiempo no puedes darte cuenta de que ya NO hay vuelta atrás. Estás jodido y lo sabes.
Una etapa en la que los consumos ya son a escondidas. Ahora puedes ver, que consumes con más frecuencia de la que quisieras, y desde hace mucho tiempo.
El horror ya vive contigo. Sales de casa por que NO puedes quedarte en ella, y es para refugiarte en un polvo blanquecino envuelto en una bolsa de basura.
Mis consumos en esta etapa, siempre noctámbulos, fueron del coche al cementerio. En el coche pasaba horas interminables porque mis paranoias me impedían ponerme cerca de alguien. Me era imposible situarme donde alguien pudiera verme. Me sentía un monstruo y así me hacían sentirme los demás tras mis raptos. Y al cementerio porque era el único sitio, donde sabía que nadie podría estar.
He de decir que, los consumos de hachís siempre fueron conmigo, de día y de noche.
La situación era insostenible, siempre llegaba tarde al trabajo, siempre estaba fuera de casa, NO sabía divertirme con otra cosa que NO fuera estando de "fiesta", si es que se le puede llamar estar de fiesta.
Una buena mañana, mis padres me dijeron que la situación era insoportable, las cosas que decía eran inconexas, que parecía que no sabía lo que decía (esto venía de tiempo atrás). Ellos siempre supieron mi historia, pero entre lo engañado que estás y lo que intentas engañar a los demás, al final todo el mundo, de alguna manera, está contento. Siempre dices que ya no lo haces, que lo estás dejando.
Bueno, aquella mañana se levantaron más mayores de lo normal, me metieron el sermón moralista que desde hacía años lo venía escuchando, y me dijeron que tenían que dejarme bien en la vida. Aquello sonaba chungo, pero a pesar de mis conocimientos absurdos que intentaba memorar de los momentos en que pensaba que podría dejar de consumir por mis propios medios, tal vez fue el único instante de lucidez desde hacía ya no se cuantos años, decidí darles la razón.
Así pues, un buen día me llegan y me dicen que han encontrado un lugar donde tratan mi "vicio".
Ingreso en el centro con la esperanza de que puedan ayudarme a dejar la única compañera que había estado en mis noches más duraderas durante años.
Mi ingreso NO está exento de nerviosismos, y de malos rollos. NO es cosa fácil. A los dos meses salgo del centro como otra persona, todo había acabado, ¿o NO?
Siempre tienes que seguir trabajando por tus intereses, y este era el comienzo de hacer por ellos. Siempre había pensado que dejar la coca sería la máxima en mi vida para poder romper con el deterioro, una vez más estaba equivocado. Ahora sabía que el hachís y el alcohol eran tan peligrosos en mi vida como un fósforo en el polvorín.
Mi vida pasada empezaba a volver a mi memoria. A veces pensaba que era mejor mi vida pasada, que pasar todos aquellos malos rollos para dejar las sustancias. Al fin y al cabo, lo estaba pasando peor, y además sin drogas. Había aprendido que eso era parte de la enfermedad, que posiblemente desde que nací, arrastraba conmigo. La adicción es una enfermedad con la que se nace, hay científicos que así lo aseguran, y junto con otros componentes externos, me llevaron a despertarla. Ahora mis pensamientos pasaban por si NO la hubiese despertado, ¿que habría pasado?. Me dijeron que seguramente se despertara más tarde.
La mía se despertó a los 6 años más o menos. En la comunión de un hermano mayor fui exprimiendo las copas de cava que dejaban casi terminadas hasta acabar por los suelos. Desde luego, yo no recuerdo demasiado, pero tengo algunas fotos que demuestran mi estado de embriaguez. La familia vio aquello como una chiquillada sin percatarse de que aquello marcaría el resto de mis días.
Me enfrentaba a una vida nueva y sin saber como hacerlo. Suerte que siempre cuentas con gente que ya habían superado su adicción, bueno mejor dicho, habían aprendido a vivir en lugar de sobrevivir. Sus enseñanzas fueron sabias y hoy día soy yo, quien con la sabiduría aprendida y con la experiencia que me toca vivir, ayudo a otros a salir de ese infierno, y aprender que hay una vida antes de la muerte.