Revista Cine
El cine de acción necesita nuevas aportaciones que revitalicen el género. Parece que, por fin, algunos productores y directores están comprendiendo que los espectáculos artificiosos, caracterizados por la multi-cámara rampante, capaz de bloquear los sentidos del espectador más avezado, empiezan a cansar al público.
En los últimos años, hemos visto como algunas tendencias están cambiando y películas que exploran un tipo de acción más física (al estilo de la década de los 80 y principios de los 90) vuelven a convivir con las que expresan un estilo pos-modernista y, a la postre, saturante.
Creo que Venganza (Taken, 2008) es un film que abandera esta tendencia "clasicista" en la puesta en escena de las secuencias de acción. De alguna manera, es heredera de un estilo que Martin Campbell ha explorado en algunos de sus films, y que llegó a la cumbre con Casino Royale (2006). Sentir la violencia, la potencia de los golpes, el efecto sonoro de los disparos, dentro de una secuenciación asumible, es un placer para los aficionados al género. Algo que parecía olvidado o imposible de recuperar pero que, por suerte, está regresando.
Dredd se inscribe perfectamente dentro de esta corriente de films de acción. Adaptando el background de un personaje creado por John Wagner y Carlos Ezquerra en 1977, el guionista y productor Alex Garland construye una versión ejemplar del juez policía, dándole la entidad que requería y alejándose de la versión camp y estilizada que caracterizó a la cinta que Sylvester Stallone protagonizó en 1995.
Bajo la dirección de un realizador joven como Pete Travis, la película encuentra su verdadero camino y es capaz de transmitirlo desde el minuto 1 con una buena introducción que nos presenta a la Tierra en un futuro distópico donde la población mundial vive hacinada en urbes colosales en las que el caos, las revueltas, y la delincuencia se dejan notar en el día a día a todos los niveles. Mega City One es una de esas brutales conurbaciones. Dentro de sus muros malviven 800 millones de habitantes y los hombres y mujeres de la Corte de Justicia son los únicos que pueden imponer el castigo en un Estado de excepción permanente (17.000 crímenes diarios). Pero sus efectivos son obviamente insuficientes ante el gran número de delitos que se producen. Sólo pueden responder a un 6% de los actos criminales. Ahora bien, ese porcentaje de actuación está caracterizado por un nivel de violencia ajustada a los tiempos que corren. La ley se aplica al momento puesto que los policías son Jueces y Jurados. Y nadie deseará tenerles delante para recibir una de sus sentencias.
La joven Cassandra Anderson (Olivia Thirlby) es una recién graduada de la Academia que posee habilidades mutantes telepáticas y un pasado turbador que parece guiar sus pasos hacia el servicio público de justicia. Pendiente de evaluación sobre el terreno al haber suspendido las pruebas previas, es asignada al Juez Dredd (Karl Urban), uno de los más duros y experimentados de la Corte de Justicia. Deberá pasar un día en las calles y será Dredd quien tendrá la última palabra sobre su admisión definitiva en el cuerpo. Lo que ocurrirá después pondrá a prueba tanto a la novata como al experto juez. Una llamada desde el edificio Peach Trees lo cambiará todo...
Con Dredd estamos ante un film de acción completo. Por un lado, reproduce fantásticamente el ambiente sucio y agreste que caracteriza a Mega City One. Las nuevas drogas de síntesis están haciendo estragos entre los bajos fondos y la visualización de los efectos de la misma es una de las pocas concesiones que Pete Travis se concede en lo que es un film de acción fundamentalmente física, con pocos elementos de infografía digital. De alguna manera, la sensación que se transmite es la de un entorno que casi se puede tocar y oler a través de la imagen en pantalla. Por otra parte, el personaje de Dredd está fenomenalmente representado y la credibilidad de un Karl Urban excelso contribuye a ofrecernos la impronta que se precisaba: la de un juez-policía extraordinariamente duro, forjado a imagen y semejanza de su brutal entorno, carente de sentimientos banales y volcado, en exclusiva, a su tarea de administrar justicia, de la forma más contundente posible. Un vigilante cuasi desconocido, al que nunca vemos sin su casco, pero que es capaz de mostrarnos su estado emocional a través de los gestos de su boca y barbilla. Esta mezcla entre lo que sería un "extreme-Batman" del futuro y Robocop, es el que, por fin, tenemos en la gran pantalla.
Además, el film se beneficia de la buena interpretación de la joven Olivia Thirlby y, especialmente, de la genial personificación de Lena Headey como Madeline Madrigal, más conocida como "Ma-Ma", una ex-prostituta despiadada que se ha convertido en la gran zarina del tráfico de drogas. Además, controla, de forma autoritaria, el bloque Peach Trees, uno de los enormes rascacielos de Mega City One, capaz de albergar en sus lúgubres apartamentos a más de un millón de personas. Madrigal distribuye en exclusiva una nueva droga sintética que hace sentir a los que la consumen una sensación de elongación del tiempo que produce unas enormes alucinaciones. El "Slo-Mo" inunda las calles y buena parte del mismo se produce dentro de los muros del Peach Trees.
En Dredd tenemos, pues, una auténtica orgía de sangre, violencia, y acción desenfrenada pero siempre manteniendo una exposición visual que no bloquea al espectador mientras sigue las vicisitudes de un juez y su aprendiz en su intento de sobrevivir al acoso de los esbirros de "Ma-Ma". Sobre un argumento obviamente simple, los responsables del film son capaces de crear un producto de entrenimiento que no ofrece concesiones ni necesita de intervenciones cómicas para rebajar la tensión. En esta cinta, todo es contundente y el resultado es tan mordaz como el efecto de las ametralladoras gatling, protagonistas de una de las escenas más visualmente poderosas de la película.
Es una lástima que la cinta no esté funcionando comercialmente fuera del circuito Británico. Este film podría ser el inicio de una interesante saga pero quedará en una anécdota si las cifras no permiten que las productoras se atrevan con un nuevo proyecto. Cabe recordar que estamos ante una película prácticamente independiente, financiada por estudios británicos y surafricanos (donde se rodó la película) y que contó con un presupuesto limitado de 45 millones de dólares, que resulta irrisorio en el contexto del cine de acción actual. Ha sido una apuesta arriesgada y necesitaría de una buena respuesta internacional para avalarla.