Hoy es el día de los enamorados, como nosotros decidimos en su día, hace ya 23 años, no celebrarlo -y parece que no nos ha ido tan mal-, pasar de San Valentín es ya toda una tradición familiar. Cuando éramos jóvenes -la rebeldía es signo de juventud, aunque no debería serlo- decidimos que como ya hay tantas falsedades en la vida, no hay que ir añadiendo más. Tengo un amigo, muchos lo conocéis, que dice que hay que aprovechar toda ocasión para celebrar lo que sea y no me parece una idea tan descabellada, tiene razón, la vida, a veces, es tan dura y nos da tantos palos, que no debemos desaprovechar las ocasiones que nos brinda para disfrutar y ser felices. Pero no celebrar el día de los enamorados, en mi caso para no romper la tradición, no significa que uno deje de ser feliz o que no esté contento, porque no necesitamos de celebraciones para tener un ánimo optimista, eso que hoy, y no por nuestra culpa, tan poco se lleva. El amor es, muchas veces, fuente de amargura y sufrimientos, un auténtico vía crucis.
Hoy es el día de los enamorados y he decidido, si no en la vida cotidiana, por lo menos en el blog, celebrarlo, y hacerlo recorriendo mis parejas preferidas de algunas óperas famosas, voy a intentar no repetir compositor. Muchos no estaréis de acuerdo con la selección, pero es la mía.
Comenzamos con Rossini, de él me quedo con Rosina y Lindoro porque sin ellos Beaumarchais no hubiera podido escribir la historia en la que se basó Mozart para componer Las bodas de Figaro. ¡Ay! ¡Cómo son estos enamorados! Pasa el tiempo, están a punto de ser sorprendidos y ni se inmutan:
De Verdi me quedo con Radamés y Aída por superponer el amor carnal al amor patriótico. ¡Esos amores imposibles que sólo encuentran su posibilidad de realización en la muerte!:
De Wagner he estado tentado de elegir a Senta y el Holandés, pero al final me he decantado por la pareja formada por Sieglinde y Siegmund, uno de los amores más puros e incondicionales que, en la ópera, se han conocido, muy por encima de la pareja que debe estar en la mente de muchos de vosotros. Sería el amor ideal: unidad, pasión y sexo.
De Puccini no me quedo con ninguna pareja sino con el amor no correspondido de Liù. Puccini, aunque sea por una vez, pensó en las sopranos poco agraciadas a la hora de plantarse en escena. Bueno, bromás a parte, es la muerte de Liù una de las grandes muertes de amor de la historia de la ópera, el verdadero elemento catalizador del cambio en la princesa Turandot:
Y de Mozart me quedo con esa simpática pareja poco dada a la trascendencia y a elucubraciones metafísicas, la sencillez de Papageno y Papagena:
De Richard Strauss me quedo con el amor como renuncia voluntaria de la Mariscala, pero como ya me he escapado de las parejas con Puccini, elijo la pasión y el éxtasis de los primeros coletazos del enamoramiento, bien es verdad que frecuentemente suelen ser equivocados, pero no por ello dejan de ser hermosos:
De Massenet el amor de Des Grieux y Manon, esa fuerza brutal que nos empuja llevándose por delante todo lo que encuentra a su paso, además un momento que también es, musicalmente, arrollador:
Esta entrada podría ser interminable, pero ya está bien por hoy; además, hay que dejar algo para el año qe viene.