Revista Humor

Un día de verano

Por Jerjes Ascanio
Un día de verano
El tomo la pequeña canica y la sostuvo contra la sien de ella. El mundo desapareció. El ya no estaba, los sonidos mudos, no se veía nada. Tampoco se percibían los olores.
Ella estaba sentada sobre un verde césped, que se ondulaba bajo una leve brisa. Contemplaba un árbol inclinado hacia un arroyo que era color cobre.
Flotaba un suave perfume en el aire, madreselva. Algo delicioso que la emocionaba mientras se recostaba para fijar la mirada en la perfecta imagen de nubes blancas en un cielo muy azul.
Sentía. No sabía como explicarlo. Se sentía joven, pero en algún lugar de su mente sabía que en realidad era más joven que la personalidad ajena que se había adueñado de ella
Con todo, la emocionaba que fuera verano y cada hoja dorada, cada nube blanca ingrávida, parecían regocijarse con ella.
Luego, de improviso, el corazón le empezó a martillar. Acababa de captar el sonido de una pisada detrás de ella.
En un instante de briosa dicha estaba ya de pie. Los brazos extendidos, la rodearon con el vehemente amor, de la salvaje devoción que sentía por, esta muchacha.
Algo en el interior del cerebro del usuario de la canica pareció replegarse llena de perplejidad.
Ahora se ocupaba de catalogar las perfecciones de la muchacha que se había deslizado con paso tan ligero por la ondulante hierba.
Los oscuros rizos que se apiñaban en el cuello, los centelleantes ojos verdes bajo cejas de arco, la suave tez encendida de las mejillas mientras reía con su amante, fingiendo huir con pies tan ligeros como una gacela.
Perseguida y perseguidor cayeron juntos sobre la mullida alfombra de larga hierba. A continuación, las cosas se tornaron rápidamente tan tórridas que ella, la mente distante en el trasfondo, empezó a preguntarse como podía pararlo.
Cada vez que se llevaba la mano a la sien, buscando a tientas, era atrapada y besada, hasta perder el aliento, por la muchacha.
Era ciertamente hermosa, en especial a través de los ojos del espectador, la suave piel de porcelana de la muchacha, la excitaba.
Y entonces, con un gran sobresalto, sintió que todo regresaba. Olores, el paisaje de antes, sonidos. Respiraba con dificultad, parte de ella aún estaba con el amor de la muchacha.
Ella obtuvo un día de verano especialmente cálido...

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