Esta mañana al levantarme fui a pasear y acabé en la selva, que resultó ser un maizal enorme.
Después fuimos a comprar algo de comida a la tienda, que resultó ser la huerta, y nos salió todo gratis.
Luego dormimos la siesta y llegamos a pensar que estábamos en un resort de cinco estrellas, pero era el jardín.
Más tarde empezó a llover y parecía que se acababa el mundo. ¿Sabéis que era? Nada más que una tormenta.
Y después se marchó el sol y creíamos estar metidos en un catálogo de viajes a lugares paradisiacos, que resultó ser otro atardecer.
Nos fuimos a dormir, no sin antes asegurarnos de que las sombras de unos seres extraños que aparecieron en el tejado no eran peligrosas. Eran gatos.
Así son los días por aquí: sencillos, generosos, con muchas lecturas y poca complicación. Muy cercanos a lo que somos y no a lo que pretendemos ser. Muy de luz y emoción natural. Sin dobleces.