Revista Cuba

Un día feriado

Publicado el 14 octubre 2016 por Yusnaby Pérez @yusnaby
empanadas

El aroma del café la despertó de lo que parecía haber sido una noche lluviosa. Se cepilló los dientes al ritmo de las gaitas que para esa época del año servían de banda sonora a quienes pintaban rejas y muros. Dio los buenos días a todos en la cocina y durante unos minutos dejó perder su mirada en el aceite hirviendo en el que una de sus hijas freía las empanadas. Notó que algunas eran de carne mechada porque la había enseñado a hacerles un huequito en la punta para poder distinguirlas de las demás.

Mientras su hijo menor picaba aguacates en rodajas, el mayor preparaba en el patio la leña para la parrilla y sus nietos jugaban en la mesa donde luego comerían. Aprovechó para cambiar el agua y ponerles los mangos a sus loros. Era un día feriado que no daba para un puente pero sí para disfrutarlo juntos como si se tratara de un domingo extra: con tranquilidad y sin más pretensión que dormir un rato en la hamaca.

Se fue descalza al porche para regar las matas. Cuando su marido llegó con el periódico y un queso clineja de los que vendían junto al kiosco, ella lo esperaba en la mecedora tomando la segunda taza de café con leche y jugando con los perros.

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El hombre cruzó el umbral de la puerta bromeando: “—Aquí huele a empanada quemada”. Esa frase fue la señal para que todos se reunieran en la cocina donde entre risas devoraron las empanadas, el queso y el aguacate. Al terminar, la madre se sentó a leer el periódico en el porche, los hijos se quedaron en la cocina llenando de cerveza la nevera y preparando la guasacaca. El padre se quedó dormido en la hamaca y soñó que estaba cortando jugosa carne recién asada. De pronto el silencio y el calor sacudieron su descanso. Otra vez se había ido la luz aunque por suerte la del sol ya entraba por la ventana. Su mujer no estaba, le había dejado una nota avisándole que la alcanzara en la cola a eso de las ocho. Sus hijos no vivían allí, estaba solo. Abrió la nevera pero no estaba llena de cerveza (ni de comida). Encontró sólo una jarra de agua fría, un trozo de yuca hervida que hacía compañía a dos huevos y dos tomates que comerían esa tarde si otra vez no conseguían nada en el supermercado. Así que intentó engañar al hambre con un vaso de agua y se acostó de nuevo para volver soñar con su vida en 1996.

Foto:

yoyopress.com

@luiscarlos


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