Si estoy vivo cuando todo esto pase -si tengo la suerte de que el régimen tenga la delicadeza de dejarme vivo-, creo que terminaré drogadicto perdido. Me tendré que enganchar a poppers, éxtasis, coca, o cualquier otra sustancia química que me dispare los niveles de adrenalina y ponga high y speed. De resto, la vida normal y cotidiana de un país normal con los problemas cotidianos de cualquier país normal, será una modorra, un aburrimiento, un achante.
Cuando las compra-ventas de oro de los locales que han copado los locales del centro comercial comienzan a cerrar, a mí el pulso se me comienza a acelerar. Me inquieto. Camino a asomarme a la puerta a mirar la calle a ver si todo está tranquilo. Es como si tuviera agrieras en el culo, "un mayén", diría mi madre. Quiero que Cristian se apure a terminar los perros, que los busquen y venirme...