El amigo Nergal me encarga escribir sobre un día perfecto para mí. Me puse a echar la vista atrás y no tengo ni idea de cuantos días perfectos he tenido. Tampoco confío mucho en mi memoria, ni en mi capacidad para calificar la calidad de los días vividos hasta hoy, que han sido muchos. Así que me dije: ¿Por qué no vives hoy un día perfecto y lo cuentas? Y a ello me dispongo.
Pues ya estoy de vuelta de mi día perfecto. Sí, os lo voy a contar. Lo prometido es deuda.
Incluso en estos tiempos triviales como un baile de disfraces, todos los días tienen unas horas para gritar, al filo de la aurora, la falta que me haces.Para empezar, un día perfecto, para mí, debe contener dos condiciones indispensables. La primera: que yo no trabaje. La segunda: que mis compañeros sí. Sí, lo siento. Disfruto casi tanto sin trabajar, como sabiendo que los demás sí tienen que hacerlo. Así que me he cogido el día de vacaciones. Otra condición que ayuda a perfeccionar el día es que me acompañe mi mujer. No, no se trata de ninguna ñoñería sentimentaloide. Si después de treinta y dos años de casados y casi cuarenta juntos, no fuera así, apaga la luz y vámonos. No se trata de que no pueda vivir sin mi mujer. Claro que puedo. Y ella sin mí. Pero resulta que hemos elegido vivir el uno con la otra y la otra con el uno. Lo mío se entiende. Lo de ella tiene peor explicación, pero allá cada cual con sus cadacualadas.¿ustedes me han mirado?, pedirle a ese bombón que me quisiera ¿no les parece que era pedirle demasiado? Así que me he levantado, he despertado a mi nieto, le he preparado el desayuno, se ha lavado, vestido y nos hemos ido los dos para el colegio. Allí lo he dejado y yo me he vuelto a casa. Mi mujer ya estaba lista, así que cogimos el coche y bajamos a Las Palmas a desayunar. Nada del otro jueves: zumo de naranja, sandwich mixto y café. Y de nuevo al coche para hacer una de las cosas que mejor se puede hacer en Gran Canaria un día de diario que no tengas que trabajar: dar rueda con el coche sin un rumbo prefijado. y si se trata de tratarte bien mejor que un millonario sin dinero olvidate de chulos todo a cien por ti seré un perfecto caballero. Tiramos dirección sur y del tirón nos ponemos en Agüimes. Un pueblo muy bonito, con un casco histórico más que interesante. Paramos, damos una vuelta por el pueblo, tomamos café, hacemos alguna foto y para el coche nuevamente. Siguiente destino: Santa Lucía de Tirajana. Nueva parada para estirar las piernas, tomar algunas fotografías y otras servidumbres menores. Siguiente parada: Tunte, nombre guanche de San Bartolomé de Tirajana. A pesar de haber estado varias veces aquí, descubrimos algo nuevo y muy interesante: El Museo etnológico La Casa de los Yanez. Una verdadera gozada. En una casa señorial, con una patio interior precioso, han habilitado en cada habitación los muebles y enseres propios de finales del siglo XIX y principios del XX. Todo un gozo para la vista. Enseñando las garras de astracán, reclinada en la barra de “Chicote”, la “bien pagá” derrite, con su escote, la crema de la intelectualidad. Una vez en Tunte, decidimos hacer la ruta de las presas. Primero la de Chira, después la de Las Niñas y antes de ir a la de Soria, paramos en El Pajar con el buen propósito de comer a la orilla del mar, en Casa el Boya. Gofio escaldado, tomate aliñado, pulpo frito y tacos de cherne, regado con cerveza. Muy buena relación calidad – precio. Vamos que no es el manjar más selecto del mundo, pero es una buena comida a un precio más que razonable. Paseíto por la playa para ayudar a hacer la digestión y de nuevo al coche para visitar la presa de Soria. No era el mejor día para hacer la ruta de las presas. Poca agua, poco verde, feos paisajes. Pero el recorrido superior. La belleza de los escarpados y abruptos paisajes del sur, resaltaban en un día fresco, pero soleado. Muy agradable para pasear. Eva tomando el sol, bendito descontrol. Besos, cebolla y pan, que más quieres Adán. Regreso a casa sobre las siete de la tarde. Ya oscureció. Lo que pase de aquí en adelante no es para contarlo. Pertenece a la noche, perfecta o no. Y mi compromiso era contaros un día perfecto. Vístete de enfermera, corazón, que estoy malito. Juégate un polvo al trivial del amor, me llevas de ventaja dos quesitos.¿Cómo lo han adivinado? Pues sí, el día lo amenizó Joaquín Sabina.¡Ah, se me olvidaba! Le toca el turno de contar su día perfecto a Marga.