Cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Siente toda tensión que tengas acumulada.
Ya sea física como mental.
Analiza tus sensaciones y sentimientos.
Párate en aquello que te haga daño y céntrate en ello.
Respira profundamente una vez.
Ahora imagina que estás en la orilla del mar.
Observa como el agua va cambiando de color y de textura.
Poco a poco, el agua se va transformando en un líquido espeso de color dorado.
La luz que ilumina toda la zona es tenue y anaranjada.
Te sientes muy bien.
Centralizas tu atención en aquello que te molesta y comienzas a caminar hacia adentro del mar.
Notas como el líquido dorado va penetrando en cada parte de tu cuerpo.
Conforme andas, te das cuenta que tus dolores se van mitigando.
Y al sumerger la cabeza en esa nueva agua, las preocupaciones prácticamente han desaparecido.
Te sientes sana. Te sientes bien. Te sientes estupendamente.
Sabes que aquella sensación te va a durar todo el día.
Sin apenas esfuerzo sigues caminando en aquel líquido de oro.
Respira profundamente una vez.
Estás sano.
Eres feliz.
Y eres consciente del ahora.
Disfruta de un día sin miedos ni dolores.
Te lo mereces.