Pablo Villanueva
Ochenteros
Lunes. 7:00 am. Suena el despertador, te levantas. Ducha, te vistes y desayuno rápido – Señor, bendice este café antes de que se enfríe, enelnombredeJesúsAmén – y corriendo a montarte en el metro o al atasco habitual.
Llegas. Trabajas hasta las 14:00 pm. Puaj, la comida del menú de hoy sabe rara, se nota que es un recalentado de horno que le han servido a otros cientos de personas que pasan por este famoso restaurante franquicia. Vuelves al trabajo. Hay que sacar adelante el proyecto x, que tenía que estar ‘para ayer’. Lo sacas adelante, pero te quedas una hora –no pagada, claro – más de tu jornada. Corres al metro o al atasco, son ya las 19:00. Llegas a casa, las 20:00. Fuera zapatos, fuera traje/disfraz, nueva ducha y a cenar. Mmm, “Congelbóndigas”, esto sí que es comida. Las 22:00, toca evadirse. Ves el programa de televisión de éxito o el estreno de la semana (o el 14º capítulo de la sexta temporada de una de las 5 series que sigues). Recoges la mesa, apagas la tele, vas a tu cama. Lees durante 3 minutos algún libro – con suerte, hasta puede que sea la Biblia - justo antes de que se desplome con sus páginas abiertas sobre tu cabeza. Apagas la luz después del librazo. A dormir. 7:00 am. Hoy ya es martes.
Puede leer aquí el artículo completo de este Consejero de juventud del consejo evangélico de Madrid (CEM), Responsable de la Confraternidad de Jóvenes en Madrid y Profesor de Instituto de fe protestante titulado Un día, un párrafo