Munición para catapúlta. Fortaleza musulmana de Elvas, Portugal © Memoria Masónica
Acaba ya el verano y comienza un nuevo curso masónico. Más relajado para mí, creo, espero y deseo. El año último ha sido entretenido y he disfrutado en la logia haciendo algo que me gusta, esto es, arrimando el hombro para sacar adelante los actos conmemorativos del X aniversario de "Rosario Acuña". Estoy satisfecho. Y muy contento. Ahora a otra cosa, pasar página y guardar todo en el espacio reservado a los gratos recuerdos.
He pensado mucho. En muy pocos días he dado vueltas a unas cuantas cosas al borde del mar. Días de cálido sol, viento agradable, largas playas y arena clara... He descubierto sitios que han llevado mi imaginación hacia siglos pasados, como me suele suceder cuando me topo con los testigos de la historia. Digamos también que me he oxigenado. Me hacía falta.
Ya he regresado y he asistido a la primera tenida del año en mi logia. Es el punto de arranque de una actividad importante en mi existencia, aunque no esencial. Esencial ya son otras cosas.
Hace varios años, ante un previsible giro en lo personal, decidí retirarme de determinadas actividades masónicas. Valorando prioridades tuve siempre muy claro que ante todo y por encima de todo está la familia. Mi familia. Y satisfecho con aquella decisión vivo feliz y tranquilo entonando de vez en cuando aquello que escribió Fray Luis de León sobre la descansada vida y el mundanal ruido.
A la vuelta me he encontrado con la traducción publicada de las palabras de Daniel Keller en el Convento de Reims. Es, ha sido, una lectura ideal para comenzar este año encuadrado en una época verdaderamente compleja y en la que el futuro se adivina incierto. Bueno, el futuro siempre es incierto. Es verdad. Pero en estos tiempos quizá sea más incierto de la cuenta.
Daniel Keller es un excelente comunicador y un buen gestor. Se va notando su paso. Me recuerda mucho a la figura de Jean Michel Quillardet, de quien guardo un grato recuerdo y tengo un gran aprecio. Tiene también un discurso hondo, muy bien elaborado, reflexivo y combativo. Creo que sabe transmitir con la palabra tanto los principios y valores que le animan, como la voluntad de reivindicar, de hacer, de construir una realidad diferente. Y además, creo que es una de esas cabezas que tiene muy clara la necesidad de que el Gran Oriente de Francia desarrolle una política internacional ordenada e inteligente, superando el síndrome "francofrancés".
Me ha gustado de su discurso de instalación la referencia a la lucha que ha de llevar a cabo el Francmasón más allá de lo que entendemos por partidismo o la batalla política cotidiana: La necesidad de aplicar el principio de fraternidad más allá de las fronteras, lo que constituye toda una reivindicación de la utopía. Más allá de las buenas palabras, las palabras justas para poner de manifiesto el valor de los ideales, todas esas formulaciones teóricas que en este mundo tan equivocadamente pragmático han quedado arrinconadas, pero que son indispensables -rememorando a Eduardo Galeano- para seguir caminando. Para mí es una reivindicación de la libertad amenazada.
Apuntando hacia una especificidad del Gran Oriente de Francia, Daniel Keller habla de algo que me parece importante y que he anotado para desarrollar en algún artículo futuro:
"... su capacidad para generar una reflexión colectiva que posibilite una mejor inteligibilidad de lo que se está jugando a nivel social, y para esbozar las perspectivas en base a las cuales la mejora del hombre y la sociedad sería posible. Una reflexión colectiva que obedece a una lógica más horizontal que piramidal en la medida en que siempre se ha elaborado a partir del vaivén de ideas entre Logias. La reflexión masónica es una emanación y no una lección memorizada entregada por algún erudito..."
¡Ay! Eruditos del mundo...
Antes hablaba del particular tiempo que vivimos y encuentro también en las palabras del Gran Maestro del GODF una referencia a algo que sucede en esta sociedad que parece ha superado la etapa "política": Ya lo tenemos todo. Ya hemos logrado derechos y libertades. En el peor de los casos estamos en el camino de completar un recorrido, una conquista... Falso, evidentemente. Pero nos engañamos. Los dilemas y los retos que surgen cuando las libertades teóricas parecen haberse alcanzado y se cree que permanecerán entre nosotros para siempre. La descomposición del tejido social y la aparición de los comunitarismos hacen imposible la conviencia de las diferencias, y con ellos está asegurado el avance del fenómeno de la guerra y la destrucción. Ya conocemos la experiencia, aunque también pienso que tenemos sobrada capacidad para estrellarnos reiteradamente con la misma piedra.
Tenemos que hacer valer el realismo. Leo, y lo comparto, que hay que reivindicar el realismo para enfrentarse a la situación que se nos viene encima, obviando el pesimismo o el triunfalismo injustificados. Importa por encima de todo que conservemos la capacidad para transmitir el testigo combativo a la generación que nos siga. En ese acto de transmisión hemos de hacer entrega de la laicidad como herramienta para unir, no separar; hemos de hacer valer cierta pedagogía social, entregar a nuestros hijos una clara noción de los derechos y deberes ciudadanos. Y muchos amigos, al otro lado de los Pirineos -por eso digo que Keller tiene una idea muy clara de la dimensión internacional del GODF- ha de comprender que la laicidad es un valor universal, un elemento fundamental en la organización social y no una especificidad francesa. Un elemento fundamental para construir la Gran República de Ramsay, en la que el Gran Oriente de Francia -pensando en la inmediata construcción europea- ha de jugar su papel. ¡Qué mayor reivindicación de la dimensión internacional que tiene la Obediencia! ¡Qué mejor puesta en valor de las relaciones internacionales trabadas que pone de manifiesto la importancia que cobra día a día la concepción liberal y adogmática de la Francmasonería!
Es tiempo de trabajo. Y a pesar de ello no dejamos de encontrarnos con personas a las que se les llena la boca de aire y críticas, pero luego no hacen nada. O menos que nada. Y encima estorban. Me ha gustado mucho eso que he leído en la traducción del discurso de instalacción del Gran Maestro Keller sobre el trabajo. El trabajo masónico, para ser más exactos:
"...Sólo tiene sentido si está abierto al mundo, para ofrecer a todos los escépticos, a todos los resignados, incluso a todos los indignados, los argumentos para una reflexión razonable. El abandono del lenguaje nos debe interpelar, es el indicador de un retroceso del pensamiento, el síntoma de una carrera hacia el abismo."
Dice Daniel Keller que lo que está en juego "no es la espera de una receta milagrosa, sino el invento colectivo de las reglas de nuestra convivencia colectiva". Para él, "... de la confrontación masónica y fraterna será de donde nazca una nueva esperanza..." Un discurso de instalación convertido en una oda al trabajo como aquella que escribió mi admirado Pablo Neruda en su Odas Fundamentales.
Quienes quieran acceder a la integridad del discurso pronunciado en la toma de posesión de Daniel Keller, pueden hacerlo a través de la traducción de Antonia Ordoño Muñoz, publicada hace pocos días en El Masón Aprendiz.Et si omnes, ego non.