
En plena dictadura, Serú Girán vivió un año consagratorio y, además, grabó y editó un disco de una belleza inconmensurable: "Bicicleta". Recapitulemos. "Estamos en la generación del 80, García", escribió Patricia Perea, haciéndose eco del grito un "sector del público", en su célebre reseña publicada en el Expreso Imaginario en enero de 1980. Era sobre un show de Serú Girán del 16 de noviembre del año anterior y el grito fue después de que "García" hiciera una versión de "Fabricante de mentiras". Se sabe, además, que decirle "García" a Charly es una elección micropolítica: marca una distancia. También está la posibilidad de que, al eliminar el sobrenombre, su apellido gane más sustento, como si de Mozart o Chopin se tratara. Pero éste no era el caso. García acusaría recibo del reproche pero para eso faltaban un par de años. En la Argentina el hippismo tardío dominaría la escena hasta la guerra de Malvinas incluida. Obviedad que no viene mal recordar: una cosa es 1980 y otra, muy distinta, son los 80. Los 80 remiten, en principio a la primavera alfonsinista: tardes de Badía y Cía., la Mano de Dios, Olmedo cantando a los gritos "Doce horas en un garaje", "nuevas mentes descremadas", Esperando la Carroza y Las Primas.
Por Martín Zariello
1980 es un año típico argentino, en la acepción negativa del gentilicio.
Por ejemplo:
1) En 1980 el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional -es decir, la dictadura cívico-militar que gobernaba el país y ejecutó un genocidio con la aprobación de la clase dominante-, apelaba a una falsa apertura a través de sus “Bases Políticas”, difundidas en diciembre de 1979; 2) En 1980 se profundizaba la crisis social producto del plan económico de Martínez de Hoz; 3) En 1980 el dólar generaba la neurosis tradicional; 4) En 1980 la CIDH denunciaba “numerosas y graves” violaciones a los derechos humanos; 5) En 1980 Pérez Esquivel ganaba el Premio Nobel de la Paz mientras la dictadura esperaba que se lo otorgaran a Borges; 6) Incluso en 1980 Bignone anunciaba que al año siguiente saldría Videla y entraría Viola, no para abrir el juego político, sino para quedarse hasta 1984.
En medio de esa coyuntura Serú Girán vivió un año consagratorio y, además, grabó y editó un disco de una belleza inconmensurable: Bicicleta.
***

La formación de Serú Girán es casi el elenco de uno de esos chistes que suceden en un avión: un baterista pulpo, un guitarrista blusero, un bajista superdotado y un pianista de formación clásica. El dream team inobjetable. Claro, si se lo compara con la estética new wave de la época, además de bello, Bicicleta es un disco algo anacrónico: largos pasajes instrumentales, aires de AOR, refinamiento, jazz rock y arreglos a tres voces “hermafroditas” (acusación que con el tiempo ya no es tal) vs. Devo, B-52’s y Blondie. Con excepción de la visita de The Police, los conciertos internacionales de 1980 indican que, aunque en retirada, el jazz rock persistía en su exaltación del virtuosismo: Chick Corea, Weather Report, John McLaughlin. Las discusiones rockeras giraban en torno al superclásico Kiss/Queen, o la defenestración invariable de la música disco. Eran épocas en las que la primera plana del rock argentino estaba más interesada en fusionarse con el candombe, el libertango y la MPB. El sueño eterno de encabezar una Música Popular Argentina, idea noble, nunca del todo consumada, no exenta de un enfoque nacionalista.
En 1979 Charly había viajado por Europa para seguir de cerca a Zoca e intentar, sin éxito, vender el primer disco de Serú Girán. “Fui a ver un par de recitales de punk y rock industrial y no me gustaron nada. No entendí qué es eso, porque de musical no tiene nada y realmente la onda de esa gente es bastante fea y negativa” contó a la vuelta al Expreso Imaginario. En ese contexto, se intuye el fastidio de los primeros punkies argentinos, que vieron en la figura de Charly García al adversario perfecto. Poco después, en noviembre del 79, Gamexane mandaba una carta histórica al Correo de Lectores de Pelo: “Basta de farsas: el punk es lo único que ofrece verdad directa, nada de cositas como “quiero ver, quiero entrar, nena, nadie te va a hacer mal, excepto amarte” ¿Reamente no les da asco?”, escupió, a la usanza punk. “¿Cómo fueron capaces de publicarle ese manojo de injustificables insultos a ese tal Gamexane. Y vive en San Isidro… ¿Por casualidad no usa Toppers y jardineritos y tiene cerebro de mosquito?”, respondía un fan de Serú, indignado.


***

(El acercamiento de Charly García a la política siempre fue ocurrente, con visos de genialidad pero, a excepción de Pequeñas anécdotas sobre las instituciones -donde se hallan alusiones directas a un discurso militante: “amor libre, propiedad y represión”-, desarrollado desde una base intuitiva, a menudo ajena (¡pero no del todo contraria!) a un saber ideológico, y restringida, por momentos, a su origen de clase. Esta perspectiva ambigua, que se le ha objetado, por un lado, diferencia sus canciones de “contenido social” de las de cualquier otro compositor de protesta y, por otro, explica su vigencia. Es decir, la obra de Charly García se resiste a una lectura lineal y, aunque sus temas ya fueron institucionalizados por la educación laica -“¿Alguien me dice de qué trata este tema?” preguntan los adolescentes en los videos de “Los dinosaurios”-, tal vez en ese punto se encuentre su mayor dificultad para ser asimilada del todo).


¿Qué hace Oscar Moro en Bicicleta? Por lo pronto deja la vida en cada golpe, reduce al absurdo cierta subestimación que sufren los bateristas. No Serú Girán, el rock argentino sería distinto si no hubiese existido Moro. En “Cuánto tiempo más llevará” realiza una de sus mejores performances (lo maravilloso es que ya tocaba así en “Esperando a Dios”, de Los Gatos, a fines de los sesenta). Cuando entra en “A los jóvenes de ayer” simplemente es uno de los grandes momentos de la música argentina. El título de la revista Grasa deja de ser paródico: Moro Campeón Mundial.

***
1980: Jorge Asís dedicó Flores robadas en los jardines de Quilmes a Haroldo Conti “¿in memoriam?”. 1980: Un personaje de Respiración artificial atribuye “La grasa de las capitales” a “¿Spinetta Dixit?”. 1980: Maradona jugaba en Argentinos Juniors y podía pasar a River. 1980: La bicicleta financiera y la televisión a color en las vidrieras. 1980: Charly García todavía daba explicaciones por haber asistido al programa de Mirtha Legrand (el germen del “caso Fiorucci”). Para desmentir a la revista Hurra, que planteaba una dicotomía entre él y Spinetta, en septiembre armaron un recital en conjunto con Jade. El rock argentino era un laberinto de guerras y alianzas internas. Un mes antes Serú había tocado en Río de Janeiro, en el marco del Monterrey Jazz Festival. Ahí fue donde Pedro Aznar conoció a Pat Metheny y Jaco Pastorius le preguntó “Oye, brother, ¿tienes perico?”. El 26 y 27 de diciembre volvieron a Obras. El 30 de diciembre dieron un concierto gratuito en La Rural. Pareciera que a Serú Girán le pasaron más cosas en ese año que a otras bandas en toda su carrera. Por si no quedó claro: ese año fue 1980.
Martín Zariello - Narrador y bloguero. Es autor de “Sobre el rock”, “En realidad quería hablar de otra cosa”, “No bombardeen barrio norte” y “1988. El fin de la ilusión”. Su blog es Il Corvino.

