El barrio neoyorquino de Brooklyn cuenta desde hace poco con un restaurante muy peculiar: el Habana Outpost. Se trata de un pequeño local latino cuya filosofía gira en torno al respeto del medio ambiente. Paneles solares, un sistema de recogida de agua o un centro de reciclaje son algunas de las apuestas de este pequeño rincón ecológico.
Creado por el artista y restaurador neoyorquino Sean Meenan, este "eco-restaurante" con 20 empleados cuenta con placas fotovoltaicas para iluminar las lámparas del local y cocinar. Un sistema recoge el agua de lluvia para aprovecharla en la limpieza de los sanitarios y en el riego de las plantas, mientras que el techo del local está construido de un material acrílico, que ayuda a tener una buena ventilación del establecimiento.
Una vez dentro, la música latina y un gigantesco mural del pato Howard, obra del grafitero puertorriqueño Lee Quiñones, nos da la bienvenida a este pequeño rincón, que además se integra con la comunidad ofreciendo un programa a los más pequeños. Talleres de reciclaje o la emisión de películas de los años 70 y 80 grabadas en Nueva York son algunas de estas actividades que se organizan los fines de semana de forma gratuita.
En el patio de este restaurante encontramos muebles reciclados: por ejemplo, las mesas del exterior están hechas con botellas y aluminio reciclado. Los platos, vasos y demás utensilios son de un material biodegradable, y el patio, presidido por una hermosa fuente mexicana con flores, alberga un centro de reciclaje. Incluso la puerta de entrada del local ha sido aprovechada: originalmente protegía la entrada de un monasterio de América Latina.
Los cocineros son mexicanos y preparan la comida en un camión rojo que antes se utilizaba para repartir el correo en Nueva Jersey. Hoy se ha convertido en una cocina que utiliza la energía solar de un gran panel fotovoltaico. La carta de este restaurante es en su mayor parte mexicana (burritos, quesadillas, patatas y guacamole...), pero también puedes encontrar alguna especialidad cubana, como el emparedado: un sándwich de carne, maíz tostado, queso, mayonesa y con una pizca de chile en polvo.
Y si te apetece un batido de frutas, puedes hacértelo tú mismo. Eso sí, prepárate para pedalear en una bicicleta estática que genera la energía necesaria para que la licuadora funcione. El siguiente reto de Sean es conseguir reciclar el aceite de la cocina como combustible para los coches. A ver si los demás restaurantes de la ciudad toman nota.