En la renovada Plaza de España habita uno de mis edificios preferidos de Madrid, un fabuloso inmueble, que siempre me ha dado la sensación que vive en un anonimato relativamente grande para su planta y ubicación. Hablo de la Real Compañía Asturiana de Minas, la cual apura los días dando la sensación de que aguarda a que el destino le depare una nueva oportunidad, después del trágico suceso que ocurrió a sus puertas y que parece, le envolvió en una maldición de la que todavía no se ha recuperado...
Este bello edificio fue levantado entre los años 1895 y 1899. Muy pronto sus finas maneras y elegancia le aportaron numerosos halagos y alabanzas. Unos tiempos alegres que se tornaron en tristeza una mañana de 1933. El responsable de esta construcción fue el arquitecto Manuel Martínez Ángel quien además, desempeñaba la función de la Compañía Asturiana de Minas y era profesor de la Escuela de Arquitectura.
Como todos los días laborables, Manuel Martínez se dirigió al edificio para comenzar su jornada cuando se dio cuenta de que una persona aguardaba a las puertas. No tardó mucho en reconocer en esa misteriosa silueta a Manuel Lillo, un alumno suyo a quien apenas tuvo tiempo para saludarle ya que, casi sin mediar palabra, e l joven sacó una pistola del bolsillo y disparó a bocajarro sobre el arquitecto que falleció en el acto. Tenía 67 antes. Segundos después de que los disparos resonasen en el corazón de Madrid, Lillo se quitaba la vida del mismo modo, desplomándose y tiñendo de un intenso rojo el suelo de la acera. Al parecer, Manuel Martínez había suspendido unos días en unas pruebas de acceso a Arquitecto Municipal y decidió vengarse de este inexplicable modo.
Parece que la sede de la Real Compañía Asturiana de Minas no se recuperó nunca de este trágico suceso, de ver a su propio creador asesinado salvajemente a sus pies. Confiemos que, este edificio de Madrid, más pronto que tarde, recupere la sonrisa perdida, la que le robaron aquella lejana mañana de 1933.