Continúo las reflexiones hechas hace unos días sobre este tema para aclarar o insistir en determinados aspectos.
Entrevista en El País a Robert Lucas, premio Nobel de economía en 1995: “Creo que los europeos, y España en particular, están demasiado inmersos en el Estado del bienestar y que deberían dar un paso atrás. Los sindicatos tienen demasiado poder. Los sindicatos en Europa son muy distintos de los estadounidenses. Sería imposible una huelga general en Estados Unidos”. Aquí aparece una de las claves de por dónde se va a producir, se está produciendo ya, el cambio. Algunos ejemplos: Subida de la edad de jubilación en Francia de 60 a 62 años ( por cierto, este hecho ha desatado una tormenta social como no se recordaba desde hacía muchos años), reforma laboral emprendida por el gobierno español que abarata el despido entre otras cosas (por cierto, esta medida ha provocado una “huelguita” general), torrente de medidas anunciadas por el premier británico Cameron que van de una fuerte reducción del gasto público a la eliminación de 500.000 empleos públicos (por cierto, sin respuesta apreciable hasta el momento) y así podría seguir poniendo otros ejemplos siempre en la misma línea, esto es, recorte del gasto público, mayores facilidades para las empresas -el capital-, disminución de las ventajas sociales, … No entro a valorar lo que de necesidad económica haya o no en estas medidas, lo que sí creo es que todas conducen a lo mismo: disminución de lo que siempre se ha llamado el salario social que, por otra parte, constituye la clave para que se hable de dumping social. Además, esto no ha hecho más que empezar. Las medidas que se toman hoy van a durar muchos años y probablemente las nuevas que se adopten no harán sino empeorar la situación de los trabajadores y de las clases medias.
Evidentemente, y si tenía algo de razón en lo que comentaba en mi anterior nota sobre este tema, esto no sólo es así, sino que tiene que ser así si queremos construir un mundo más justo y con un reparto algo más equilibrado de la riqueza a nivel mundial.
Una consecuencia clara de lo anterior es que, como ya avisan los que se dedican a proyectar los datos sobre el futuro, las generaciones actuales serán las primeras en las que sus miembros vivirán peor que sus padres.
Primera objeción: siempre la pagan los mismos; los que tienen dinero podrán escaparse como han hecho siempre (una gran parte de las empresas que se están creando en países en desarrollo tiene capital extranjero europeo o estadounidense). Evidentemente a lo largo de la historia ha sido así al menos en parte, aunque la caída termina afectando a todos claro que no con la misma fuerza ni en el mismo momento.
Hace ya muchos años que algunos historiadores hablaban del desplazamiento del eje de gravedad político y económico del mundo desde el este hacia el oeste (siguiendo, decían, el movimiento aparente del sol). Del Mediterráneo -Grecia, Roma-, hacia el Atlántico-Inglaterra, costa este de EEUU- para por esos años iniciarse lo que hoy es evidente: el cambio hacia el Pacífico-costa oeste de EEUU, Japón, China, India-. Algo de esto hay en lo que vengo diciendo.
Segunda objeción: si las cosas empiezan a ir en la dirección que estoy comentando, no sucederá de forma pacífica, ni a nivel mundial ni en el interior de los distintos países. No sé si, como decía Marx, la violencia es la partera de la historia, de lo que estoy convencido es de que Fukuyama no tenía razón y no se ha producido ni de lejos “el fin de la historia”. En el futuro habrá conflictos internacionales (guerras de diverso tipo) y dentro de muchos países con muy variados resultados. Siempre ha sido así y no veo por qué va a cambiar ahora. No aprecio en el género humano la capacidad suficiente para aprender en estos temas.
¿Cuánto durará el proceso de acercamiento económico? ¿Dónde se producirán los diferentes conflictos? Son muchos los interrogantes para los que pienso que nadie tiene respuesta. Sólo tengo clara una cosa: el proceso se va a producir, se tiene que producir, es justo que se produzca.
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