En estos momentos el señor Daniel, de 80 años, que acaba de sufrir un infarto y está aquejado de ELA (discapacidad casi total), espera desde hace seis horas una ambulancia que le devuelva a su casa. Junto a él, su mujer, de la misma edad y también enferma. Están sentados en incómodas sillas de plástico, sin cenar y sin medicinas, después de haber pasado dos noche en un box sin siquiera un timbre para llamar a la enfermera. Pero ¿qué importa? Solo son dos trabajadores jubilados que no pueden permitirse pagar la mutua privada, ¿qué importa si mueren? Un logro más del psicópata Mas y su banda de doctores Mengele.