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Una exposición bucea en los métodos de trabajo de los constructivistas rusos
JESÚS MIGUEL MARCOS Madrid
Una maqueta del monumento a la Tercera Internacional, de Vladímir Tatlin (1920).GUILLERMO SANZ
Más allá de su capacidad para cambiar el estado de las cosas, el arte también ha servido para cimentarlas, poniéndose al servicio del poder (y no precisamente para hacer retratos de reyes) y traduciendo una determinada ideología política a un lenguaje poético y visual.
Esto es lo que ocurrió en Rusia entre 1915 y 1935, un periodo de extraordinaria riqueza en las artes visuales, que promovieron un nuevo lenguaje para construir una nueva sociedad basada en el ideal socialista. "Es un momento fundamental, especialmente en la arquitectura, que comienza a representar los logros de un movimiento social, provocando una innovación radical dentro de las artes visuales", explicó este martes Mary Anne Stevens, una de las comisarias de la exposición Construir la Revolución, que se abre hoy en el Centro CaixaForum de Madrid.
Los artistas creaban conceptos y los arquitectos los llevaban a la calle
Todos los flancos de la vanguardia localizaron un mismo objetivo y se pusieron a trabajar juntos en el movimiento constructivista, que trató de cambiar la estética tradicional poniendo el arte al servicio de la producción. Artistas como Popova o Ródchenko ideaban teorías y conceptos con dibujos que luego recogían los arquitectos, encargados de proyectarlos en la calle. Había que construir una nueva ciudad porque la sociedad también era nueva.
Por estos motivos, la exposición está planeada como un diálogo entre arte y arquitectura, con la fotografía como nexo de unión. Se contrastan fotos de archivo de la época "un tesoro documental", según la comisaria, con otras recientes realizadas por Richard Pare entre 1992 y 2010, que ha llegado a acumular más de 15.000 negativos. "Cuando llegué a Moscú pensé que iban a quedar menos construcciones, pero fue todo lo contrario. Lo fascinante es que los arquitectos adoptaron una actitud revolucionaria, basada en la transparencia, la modernidad y el futuro. El problema es que los materiales eran pobres y el estado de deterioro era importante, por lo que mi trabajo fue a contrarreloj", explicó este martes Pare.
La muestra, que trae los trabajos de arquitectos como Mélkinov, Guínzburg, Tatlin, Vesnín y el francés Le Corbusier, se divide en varios apartados: Gobierno y comunicaciones, Industria, Educación, Ocio, Salud, Vivienda y una sección especial dedicada al Mausoleo de Lenin, "donde volvemos a encontrar una clara conexión entre escultura y arquitectura", precisó Stevens.
"Se trataba de crear un arte útil e ideológico", dijo la comisaria
Ver el interior
El proceso se inicia con el artista, como el dibujo de Iván Kudriashov para la decoración del primer teatro soviético, y culmina en la fotografía de las arquitecturas, que en esta época priorizaban el hecho constructivo. "La construcción se hacía visible, no se oculta, y al mismo tiempo revelaba el uso, lo que ocurría en su interior", señaló la otra comisaria de la exposición, Maria Tsatsanoglou.
Un ejemplo es el Palacio de la Cultura del distrito Surajani, una mole inmensa sin casi ventanas con dos estructuras laterales muy visibles que esconden sendas escaleras de caracol. "Se trataba de crear un arte útil, no algo metafórico ni decorativo. Se buscaba cambiar la estética cotidiana, era una arquitectura ideológica, una arquitectura bolchevique", apuntó Tsatsanoglou.
El radicalismo constructivo llegó a tal punto que el Estado ruso le cedió un solar a Konstantín Mélnikov, donde se construyó una vivienda-estudio cilíndrica y cuyas ventanas eran hexagonales. Todo terminó con una orden de Stalin, que en 1938 impuso un arte de corte realista y social. Y la fiesta constructivista se acabó.