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Un enemigo del pueblo

Publicado el 07 julio 2014 por Icíar
  
Escritor: Henrik Ibsen

Un enemigo del pueblo

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"Soy el hombre más poderoso del mundo. El hombre más poderoso del mundo ... es el que está más solo".
En un pueblecito de costa al sur de Noruega, un precioso proyecto común une a sus habitantes: el pueblo va a ser convertido en una atractiva estación balnearia, donde gentes de todos los puntos del exterior acudirán a bañarse a sus saludables aguas para prosperidad de todos sus habitantes.
¡Pero! Un incidente está a punto de destaparse, la aguas sobre la que se asentaría este balneario podrían estar contaminadas, y utilizado esto como un símil, otro tanto podría estar sucediendo en la base sobre la que se asientan los pensamientos de sus habitantes, "esa mayoría compacta que no duda en basar la fortuna de la ciudad en un pantano de mentiras y engaños".
Ibsen introduce en escena a los diferentes actores que contiene una sociedad, para recrearnos la forma en que estos actúan ante algo que pudiera perjudicarles, la coartada psicológica que utilizan mediante razonamientos-disfraz de “bien común” de lo que en realidad es bien personal y familiar, en esta lucha por la vida y que en su avance aprisionan a los que podrían considerarse las verdaderas fuerzas vivas de una sociedad.
Así que tendremos a un político; una "prensa libre e independiente"; una maestra; un representante de la clase media; la familia; el marino que por su condición de no necesidad de pertenencia a nada, se mantiene incorrupto; y luego el personaje ideal, el médico de férrea voluntad, que sabe diferenciar lo que es de lo que se dice, y adecuar ideal con realidad.
Una asamblea popular ¿maleable? habrá de escuchar al doctor, mientras que como un estribillo nos relajaremos con las inoportunas intervenciones del borracho; miraremos a las etiquetas cambiantes con que el ofendido irá calificando al orador; y un coro de fondo ladrará ¡blasfemia! ¡al fiordo con él!
Esta obra de teatro es el libro más político de los libros que llevo leídos de Ibsen.
Me despido con una frase de Nietzsche que creo no es la primera vez que pongo y me parece que está bien aquí también. Dice: “No existen hechos. Existen interpretaciones” y esta interpretación es la verdad que establece el poder.
NOTAS PERSONALES:
  1. Ibsen (1828-1906). Esta obra de teatro se estrena en 1882 con gran escándalo (como todo lo suyo, se podría decir, por otra parte).
  2. Ideas políticas de la obra de teatro:
    Las fuerzas vivas de una sociedad son sofocadas por unas realidades que como enemigos se instalan en ella.
    Para Ibsen, estos enemigos que van a minar la razón y la libertad del ser humano son los siguientes: 
    1. En primer lugar: las personas que ostentando el poder (políticos, prensa y determinadas asociaciones), tienen como objetivo un aprovechamiento personal, la villanía le llama él. Serían los que arrasan todo lo que tocan, que no cuentan con una planificación a largo plazo, ya que su realidad es la oportunidad. Ibsen los califica de gentes “de mente perezosa y de prejuicios”;
    2. En segundo lugar se encuentra la masa compacta, tambiém de "mente perezosa" y prejuiciosa".  Es a este segundo grupo al que dirige su crítica con más dureza,  para él este grupo es el enemigo más peligroso, "la maldita mayoría compacta y que se llama a sí misma: liberal" (sin serlo realmente más allá de la demagogia).
      Para Ibsen, es contra ellos contra los que hay que dirigir la lucha, y por una razón, porque constituyen lo que él considera la gran mentira que afirma que: esta mayoría tiene siempre la razón y está en posesión de la verdad; que son los que tienen todos los derechos y por tanto el poder, cuando son maleables y manipulables.
      Estos pueden tener el poder pero no tienen la razón. La razón siempre es de una minoría, la minoría que con su pensamiento crítico generará las nuevas “verdades” que en el futuro adoptará la mayoría como propia para no revisar jamás.
      La mayoría al no ejercer juicio crítico se queda siempre con ideas “viejas y caducas”.
      Por eso piensa que la creencia popular según la cual la masa, la plebe, la mayoría constituye la esencia del pueblo no es sino una falsedad aduladora que utiliza el político y demás poderes para hacer a su antojo.
      Pero aquí no acaba la cosa, continúa y añade una serie de razonamientos que incluso ahora en nuestros tiempos no sentarían bien y pudiendo también escuchar un coro de ¡blasfemia! ¡al fiordo con Ibsen!. Mirad, dice:
      Por esta razón, esta masa no debiera tener el mismo derecho a juzgar, aprobar, gobernar, decidir lo mismo que “los seres elegidos” y que forman la verdadera “aristocracia intelectual”.
      (este concepto de aristocracia intelectual no tiene por qué estar vinculada en principio con una clase social o inteligencia, sino con una forma de entender la vida que los hace no ser “plebeyos espirituales”).
      El liberal para Ibsen es el que no es un “plebeyo espiritual”, el que revisa y analiza los conceptos que vienen impuestos en su tiempo.
      Para él “libertad de espíritu” y “moralidad” son la misma cosa, y no debieran gobernar más que estos, ya que el resto en su “lucha por la vida” no dejan de ser demagogos que con su retórica disfrazan lo que solo es provecho personal.
      Como se ve es un tema de lo más actual.
  3. A modo personal, que esto siempre es personal, he encontrado un paralelismo con el enfoque que por ejemplo mantenía Ayn Rand y que se ve bien en “La rebelión de Atlas”, y esto porque ambos atacan a la masa como culpable y oportunista, y nada inocente. Son los que dejándose manipular contribuyen con sus apoyos interesados a que los villanos que ejercen el poder  sofoquen a las verdaderas fuerzas vivas y sanas de una sociedad.
  4. Si Ayn Rand utilizaba el concepto de solidaridad como disfraz de un interés personal que no se quiere reconocer, aquí el concepto utilizado como disfraz es el de “bien común”.
  5. Debido a que los partidos políticos, prensa y demás asociaciones se nutren de un número determinado de miembros (masa). Ibsen sitúa en lugar destacado en la obra de teatro al capitán de barco, porque éste al no pertenecer a nada es el único que puede mantenerse libre. 
    Dice: “Se impone acabar con los jefes de los partidos. Todo jefe de partido es como un lobo, un lobo hambriento que necesita para vivir cierto número de corderos, ¿cuántos corderos han devorado o al menos han inutilizado convirtiéndolos en pequeños propietarios y/o suscriptores de “La Voz del Pueblo” (que es la prensa de esta obra de teatro).
  6. Entendiéndose el enfoque, tiene la misma pega que encontré en el enfoque de Ayn Rand: es un enfoque totalmente idealista. No dudo que hayan seres tan especiales como el personaje de esta obra de teatro, o como los protagonistas de “La rebelión de Atlas”, pero me parece más un prototipo ideal no real.


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