Domingo. Imagino que la mayoría de vosotros estará haciendo cosas típicas del domingo, que suelen tener que ver con salir de casa y disfrutar del aire libre en familia. Yo hacía eso cuando era niño y la verdad es que me encantaba.
Algunos de vosotros habréis ido a misa, supongo. Otros a visitar algún familiar. La mayoría imagino que habrá ido a bañarse a un río, piscina, pantano, playa… bueno, claro, los que vivís en verano. Por suerte este blog lo lee mucha gente de América del Sur y allí están en pleno invierno, así que de bañarse poquito. El caso es que los domingos son para disfrutar casi siempre en familia y es importante que siga siendo así, que al menos un día por semana lo dediquemos a la familia porque, por lo general, todos admitimos la enorme importancia que tiene nuestra familia en nuestras vidas pero, a la hora de la verdad, no nos comportamos de manera coherente y relegamos a la familia a un segundo plano.
Discutimos mucho más con nuestra familia que con los compañeros de trabajo, por ejemplo. Las broncas más grandes que tenemos suelen ser con nuestra pareja o con nuestros padres. ¿Por qué? Pues yo creo que es porque la confianza da asco y con la gente más cercana a nosotros perdemos la compostura mucho más fácilmente y nos olvidamos de las formas, no existe el distanciamiento cordial que la sociedad impone entre las personas y ahí surge la fricción. Nos parecemos demasiado a la gente que más queremos. Nos conocemos muy profundamente y muchas veces sabemos cosas que hieren en lo más hondo e igualmente las decimos.
Con los extraños no sucede lo mismo porque nos dan un poco igual, no los queremos tanto, ni los conocemos tanto, ni nos duele su manera de actuar y desenvolverse, por tanto las discusiones nunca son tan acaloradas ni tan personales, son frías y cortas, sin entrar demasiado en materia ni decir todo lo que se piensa. Es como si fuesen “discusiones cordiales”.
¿Y por qué hablo yo de todo esto ahora? Pues no lo se, pero imagino que tiene que ver con que es domingo y, por desgracia, no disfruto de la familia como yo quisiera en parte por la distancia física (la familia de mi mujer está en Chile) y en parte por la distancia emocional (mi madre y yo estamos siempre medio peleados, a punto de estallar la madre de todas las broncas en cualquier momento).
Por suerte tengo a mi hermana con la que hace ya mucho tiempo que no discuto y mucho menos desde que estoy enfermo. Ella ha sabido entender perfectamente mi enfermedad y se porta en todo momento con una valentía y una coherencia increíbles. Me sabe dar todo su cariño y todo su apoyo sin dramatizar, sin fabricar momentos densos y cursis pero con sutileza y sinceridad, siempre dispuesta a ayudar, siempre sabiendo ocultar su pena y su rabia para que yo no la vea débil y sepa que ahí tengo algo realmente sólido donde apoyarme.
Forman un equipo perfecto mi hermana y mi chica. Si no fuera por ellas dos, no sé qué sería de mí a estas alturas.
Seguramente habría hecho implosión y habría desaparecido envuelto en las profundidades de mí mismo.