Revista Salud y Bienestar
Una investigación del British Medical Journal (BMJ) ha demostrado que las prótesis metálicas de cadera tienen una alta probabilidad de presentar defectos que afecten a la salud de los pacientes, un hecho conocido pero no alertado por los fabricantes de estos productos.
La preocupación se ha centrado en las prótesis enteramente metálicas hechas de cobalto y cromo. El roce del metal puede provocar pequeños desprendimientos de partículas que pueden filtrarse y provocar inflamaciones, destruir tejido muscular y óseo y llegar al torrente sanguíneo.
La investigación también descubrió que, en un intento para prevenir dislocaciones e incrementar la movilidad de los implantes, los fabricantes cambiaron el diseño de las prótesis para disponer de una cabeza más grande y un brazo más corto.
Sin embargo, se llevó a cabo sin previamente haberlas sometido a pruebas para comprobar su seguridad y efectividad o la posibilidad de que pudieran provocar problemas a largo plazo.
Por su parte, el director del Centro para las Evidencias Médicas de Oxford, Carl Heneghan, considera que el principal problema está en que las caderas artificiales, así como de los implantes mamarios y otros dispositivos, es que no tienen que pasar por las mismas pruebas que los medicamentos.
De este modo, según explica, mientras los medicamentos obtienen autorización de un único agente regulador, los implantes pueden elegir el órgano que los examina para ser aprobados.
Según datos de la Agencia Reguladora de los Productos de Salud del Reino Unido (MHRA), actualmente hay 65.000 pacientes con implante total de cadera, de los que 49.000 presentan algún problema.
La directora clínica de esta entidad, Susanne Ludgate, asegura que "como medida de precaución ya han puesto en marcha protocolos de seguimiento para que los pacientes con implantes con cabeza de 36 milímetros o más se sometan a revisiones anuales, ya que tienen un pequeño riesgo de causar complicaciones".
La preocupación se ha centrado en las prótesis enteramente metálicas hechas de cobalto y cromo. El roce del metal puede provocar pequeños desprendimientos de partículas que pueden filtrarse y provocar inflamaciones, destruir tejido muscular y óseo y llegar al torrente sanguíneo.
La investigación también descubrió que, en un intento para prevenir dislocaciones e incrementar la movilidad de los implantes, los fabricantes cambiaron el diseño de las prótesis para disponer de una cabeza más grande y un brazo más corto.
Sin embargo, se llevó a cabo sin previamente haberlas sometido a pruebas para comprobar su seguridad y efectividad o la posibilidad de que pudieran provocar problemas a largo plazo.
Por su parte, el director del Centro para las Evidencias Médicas de Oxford, Carl Heneghan, considera que el principal problema está en que las caderas artificiales, así como de los implantes mamarios y otros dispositivos, es que no tienen que pasar por las mismas pruebas que los medicamentos.
De este modo, según explica, mientras los medicamentos obtienen autorización de un único agente regulador, los implantes pueden elegir el órgano que los examina para ser aprobados.
Según datos de la Agencia Reguladora de los Productos de Salud del Reino Unido (MHRA), actualmente hay 65.000 pacientes con implante total de cadera, de los que 49.000 presentan algún problema.
La directora clínica de esta entidad, Susanne Ludgate, asegura que "como medida de precaución ya han puesto en marcha protocolos de seguimiento para que los pacientes con implantes con cabeza de 36 milímetros o más se sometan a revisiones anuales, ya que tienen un pequeño riesgo de causar complicaciones".
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