Por cada persona que coma un filete se habrán utilizado 1.000 litros de agua.
Los expertos han analizado los datos en un contexto de escasez de agua, y han valorado la repercusión que ésta tendrá sobre el abastecimiento de alimentos en las grandes ciudades. Consideran que los ciudadanos deben conocer la huella hídrica de sus preferencias alimentarias.
El motivo, al mejorar el nivel de vida se produce un cambio de dieta y muchos habitantes del planeta que antes sólo comían cereales ahora desean comer carne. La producción de este alimento animal para consumo humano precisa de más agua y más grano para el ganado y, a su vez, disponer del grano suficiente requiere de más tierras para el cultivo. En definitiva, más agua.
Intentan culpabilizarnos y la elección propuesta es engañosa.
Tu puedes comer carne de una vaca alimentada con cereales, una vaca que ha vivido en una factoría engordando en un par de metros cuadrados de cemento.
O puedes comer carne de una vaca que ha comido comida de vaca, es decir hierva, como las que podemos ver por el campo pastando.
La diferencia afecta al lado moral, ecológico y de la salud.
Hace un siglo el bisonte americano estuvo a punto de extinguirse, había menos de un millar, y no se ha recuperado porque a la gente le diese por dejar de comer carne, hoy en día hay 350.000, la mayoría en ranchos, donde los bisontes pastan en semilibertad. Los bisontes ayudan en el mantenimiento de las praderas, típico ecosistema norteamericano.
Algo parecido pasa con la dehesa.
Uno siempre puede aspirar a compatibilizar la coexistencia de animales domésticos y la fauna salvaje como los lobos, concienciando a las personas implicadas, y asegurando una buena compensación económica en caso de perdida.
Es difícil pero, ¿Cuantos lobos pueden vivir en un campo de soja?