Para alejarnos del bullicio de Barcelona una mini escapada a Girona es sin duda una opción fácil para pasar un fin de semana tranquilo, comer bien y hacer algo de turismo.
Aprovechando la oportunidad de poder probar el último Mazda2, el nuevo deportivo urbanita de Mazda, me decidí a visitar esta ciudad catalana que presume de uno de los barrios judíos mejor conservados de España, un casco antiguo precioso y románticas casas a primera línea del río.
Nos pusimos en marcha el viernes por la tarde en dirección Girona, desde Barcelona son aproximadamente una hora y media conduciendo, nosotros gracias al navegador del coche que se actualiza con la info del tráfico evitamos los típicos atascos del fin de semana haciendo la ruta alternativa recomendada.
Para el alojamiento escogí uno de los apartamentos de Girona Cool Apartaments, unos bonitos pisos de un palacete en pleno casco antiguo justo al lado del río que presumen de la vista más característica de la ciudad.Llegar al casco antiguo de Girona es como hacer un salto en el tiempo, hay que dejarse llevar por su encanto y perderse por las callecitas perfectamente conservadas del barrio judío, subirse a la muralla , seguir su recorrido y observar la ciudad desde arriba y por supuesto visitar la Catedral, la escalinata que le precede no tiene que darnos pereza, es la Catedral Gótica de una sola nave más grande de Europa. Cruzar los característicos puentes para llegar al otro lado del río Onyar es sin duda uno de los mayores encantos de la ciudad, desde el Pont de Ferro de Gustave Eiffel, el Pont de la Princesa o el Pont de Pedra se disfruta de la emblemática vista a las casas de colores de la ciudad de Girona.
Para cenar probamos El Cau del Llop, una típica taberna muy recomendable con antiguos muros de piedra y productos de proximidad en el que es posible degustar tapas, platos para picar y torradas preparadas en la chimenea en el centro de la sala.
Para comer algo fuimos al Café le Bistrot famoso por sus especiales torradas y sobre todo por su terraza en la escaleras de Sant Martí definida como uno de los rincones más románticos de España.
Para comer un helado es casi obligatorio probar la creativa y original propuesta de la heladería Rocambolesc de Jordi Roca en la calle Santa Clara cerca de la plaza de la Independencia donde se puede ir a tomar algo.
De camino de vuelta a Barcelona y al haber sido un domingo soleado, nos animamos a parar en la Costa Brava para comer una paella a primera línea de playa en el restaurante Tragamar.