Pasar un fin de semana en Morro de Sao Paulo era lo que más me apetecía tras una dura semana de trabajo en Brasil, así que, a pesar del difícil acceso, una amiga y yo, decidimos embarcarnos en esta aventura.
Villa situada a más de 200 kilómetros de Salvador de Bahía, en la isla Tinhare, ese sería nuestra puerta de acceso a lo que se convertiría en un fin de semana divertido y lleno de descubrimientos. Hay varias maneras de llegar a Morro de Sao Paulo: en avioneta o catamarán desde Salvador de Bahía, o haciendo una combinación de autobús y catamarán.
Dado que esta última opción eran 4 horas y que el horario de la avioneta no se ajustaba a lo que buscábamos, tomamos la opción del catamarán, que tardaba menos de dos horas y en principio parecía la más interesante. Lo que no tuvimos en cuenta, es que el mar estaba revuelto y lo que parecía un agradable paseo se convirtió en dos horas mareada sin poder levantarme a ver el paisaje.
Pero sin duda el viaje mereció la pena, y volvería a repetirlo otra vez sin dudarlo. Cuando llegamos a Morro de Sao Paulo, se nos pasaron todos los males. Había muchas personas esperándonos, para llevarnos las bolsas en una carretilla hasta nuestro hotel. Cosa graciosa, ya que llevar una carretilla por la arena de la playa parecía bastante complicado; pero había que tener en cuenta, que no permiten la entrada a la isla a ningún tipo de vehículo.
Nos llevó hasta nuestro alojamiento, y lo que vimos de camino nos encantó. Paseo por la playa, salvaje, nada edificado, sólo casitas bajas de colores y tiendecitas con productos locales. Estaba claro que habíamos elegido el lugar perfecto para pasar el fin de semana.
Nos alojamos en la Posada Villa das Pedras, un encantador hotelito que daba directamente a la segunda playa, con decoración rústica y una terraza llena de luces que hacían la noche de Morro de Sao Paulo más espectacular si cabe.
La idea era pasar un fin de semana inolvidable; y así fue. El sábado, lo dedicamos a pasear por las diferentes playas; que son nombradas con números, de la primera a la cuarta.
Esta última, la más larga, con selva tropical a modo de velo, arena blanca y cientos de cangrejos casi transparentes que se escondían a nuestros pasos.
La comida fue espectacular. Probamos los pescados típicos de la zona, cocinados con esmero, a la brasa y al horno, mientras degustábamos mi querido zumo de abacaxi y unas deliciosas caipirinhas. ¿Se puede pedir más?
Tras una mañana relajante, decidimos aprovechar la tarde al máximo. Fuimos dando un paseo a la Villa, donde nos esperaban cada tienda más curiosa que la siguiente. En unas vendían los típicos bikinis brasileños, minúsculos y llenos de colorido; en otros productos locales, artesanía…
Tras comprar algunas cosas y charlar con los encantadores habitantes de Morro de Sao Paulo, nos preparamos para una noche increíble en la discoteca Pulsar al aire libre de tres plantas con vistas al mar. La noche en Morro de Sao Paulo está llena de actividad, tanto entre semana con fiestas en la playa, como los fines de semana en esta famosa discoteca.
Para terminar esta visita exprés, no podíamos irnos sin dar un paseo por la playa. Y cual fue nuestra sorpresa cuando vimos a lo lejos dos tres caballos y un chico que los llevaba. Así que decidimos dar un espectacular paseo a caballo por el interior de Morro para ver la zona rural y el día a día de sus habitantes.
Fue un fin de semana inolvidable en Morro de Sao Paulo y una pena tener que volver a la realidad, sin duda, un lugar que no os podéis perder.