Decía don Salvador Ripoll, en uno de los puntos de su sabio decálogo sobre fútbol, que había que llegar al balón antes que el contrario. Y por ahí empezó a quebrarse el equipo de Del Bosqueporque desde el principio, como ya nos pasara en la segunda parte ante los tulipanes, no nos llevamos ningún balón disputado. Y tampoco cumplimos con otro de sus aforismos en ninguno de los dos encuentros: “si no te meten ningún gol, normalmente debes puntuar”.
En esas dos claves señaladas ha estado el imprevisto final de una selección que ha sido, de largo, la mejor del mundo en los últimos seis años. Nos han agujereado la portería con una facilidad increíble, y para colmo no hemos sido capaces de marcar ni un gol en jugada porque siempre llegábamos tarde. Lo primero también es consecuencia de lo segundo, por lo en la lentitud ha radicado el resto de nuestros males. Hay quien argumenta que los españoles llegaron demasiado cansados al Mundial, y puede que haya en ello algo de razón, pero muchas veces la velocidad está en la cabeza antes que en las piernas. Y creo que los seleccionados estuvieron espesos de ideas desde el principio.
Otro aspecto que tampoco ayudó fue el cambio de sistema jugando en largo para Costa, que debe olvidar cuanto antes su mal campeonato para intentar ser en el Chelsea lo que ha sido en el Atlético. Y aquí merece un inciso el seleccionador. Desde estas páginas hemos ponderado siempre sus virtudes, y seguimos valorándolas positivamente, pero hay un punto débil que también ha sido en él una constante: la imaginación no es su fuerte. Es un hombre que ha hecho siempre equipo apoyándose en los jugadores contrastados, como hizo en el Madrid de Raúl, Hierro y Salgado, imponiendo en el terreno de juego sus galones por encima de los menos baqueteados. Por eso lo hizo muy bien cuando sustituyó a Luis en la selección, continuando su línea y dando vara alta a quienes nos hicieron campeones de Europa con el madrileño. Pero seis años después sigue con aquellos y no tiene a más porque algunos de ellos ya no juegan. No ha renovado, seguramente con razón porque los que ya había son muy buenos, y tampoco ha acertado con el plan alternativo de los balones largos. Ha hecho debutar a bastantes jugadores pero a la hora de la verdad ha puesto de titulares a los de antes. Quizás los dos casos más significativos sean los de Casillas y Koque. El primero no es ahora el mejor portero español, y el segundo ha sido, por el contrario, el mejor centrocampista de los seleccionables en la pasada liga. El meta fue titular en los dos partidos perdidos y el atlético salió en la segunda parte contra Chile con el equipo ya hundido. Se notó durante un rato su aportación, hasta que se contagió de la pesadez de sus compañeros.Don Vicente, por tanto, ha perdido siendo fiel a sus esquemas. Pero tampoco ha pasado de ser de los mejores a ser el peor. Ha sido un buen seleccionador mientras ha habido mecha, y eso tiene mucho mérito porque significa honestidad y sencillez. Mantener los criterios de su antecesor habla a las claras, además, de su coherencia y humildad. Lo que funciona no hay por qué cambiarlo por egos aunque te recuerden siempre que el mérito fue de Luis. Y el famoso juego de toque tan alabado en todos sitios y que ha hecho que otras selecciones nos copien, ha sonado a gloria en las botas de nuestros internacionales. Pero el tiempo pasa, los sistemas se neutralizan y los jugadores cumplen años. Y no es que jugar a uno o dos toques sea viejo, que sigue siendo lo más difícil y vistoso, pero para mantenerlo hay que tener sustitutos que aviven continuamente la velocidad, una de sus condiciones fundamentales.
Y hay otra evidencia. En cuanto se ha acabado el Barça inmejorable se ha terminado la selección campeona. Más de medio equipo era blaugrana. Y el sistema también. Echaremos de menos a ambos equipos durante mucho tiempo. Y el fútbol mundial también.