Revista Comunicación

un flojo Tarantino en un western claustrofóbico

Publicado el 24 enero 2016 por Libretachatarra
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LOS 8 MÁS ODIADOS
data: http://www.imdb.com/title/tt3460252
Ésta, lo tengo que decir, fue una decepción. Cada película de Quentin Tarantino la esperamos con muchas ganas (tal vez, demasiada). Y en “Los 8 más odiados” Tarantino peca de algo que rara vez le ocurrió: diálogos en demasía. Están todos los elementos para hacer una obra maestra. Pero al guión le falta pulir el exceso. Y eso es un pecado que no podemos consentir en un maestro como Tarantino.
“Los 8 más odiados” transcurre en un crudo invierno del territorio de Wyoming, poco después de la Guerra Civil americana, en medio de una tormenta de nieve. Una carreta lleva a un cazarrecompensas y a su detenida, una criminal a la que lleva a colgar al pueblo de Red Rock. En el trayecto se suman al vehículo otro cazarrecompensas (negro y con tres muertos para cobrar) y un sheriff, hijo de un vencido general de la reciente guerra. La tormenta es lo suficientemente fuerte para que el transporte deba detenerse, con sus viajeros, en una posada. Y en ese lugar se encontrarán con un grupo de desconocidos que no parecen ser lo que dicen ser.
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Claustrofobia, tensión y violencia. En el espacio de la posada, colisionan los egos. Los condenados y los que condenan; los auxiliares de la ley y los cómplices del delito; el Norte y el Sur; los perdedores y los vencidos. En un carrusel de topetazos, los personajes se enfrentan, en forma alternada, descargando viejos conflictos, renovados en nuevos recelos. Algunos morirán si no todos. Y cada uno de los protagonistas saben que esa parada será, tal vez, la última.
Hay largos parlamentos característicos de la mano de Quentin Tarantino, parrafadas que se lucen en labios de gente como Tim Roth, Samuel Jackson o Kurt Rusell. Pero por más esfuerzo que pongan los actores, algo no funciona. El diálogo no tiene la suficiente pimienta para levantar las escenas. Ni siquiera los también clásicos saltos de la línea de tiempo ayudan mucho. No tienen ningún sentido dramático y eso revela que el guión necesitaba más trabajo para ajustar las tuercas del mecanismo.
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La crítica ha alabado la actuación de Jennifer Jason Leigh augurando un eventual Oscar (pronóstico avalado por la nominación de Leigh). Disiento: Leigh reduce su interpretacion a ser un puching ball de Kurt Rusell. No hay nada más en el guión para que Leigh agregue un escalón dramático a su papel. Está tan atada de pies y manos en el libro como se la ve en la película.
Pese a las falencias estructurales de este western, los seguidores de Tarantino podemos rescatar algunas gemas en las tres horas, algunos rasgos del genio que acá la pifió: cierto parlamento de Tim Roth sobre la justicia, las miradas de Michael Madsen al contestar las preguntas de Rusell, la charla de Samuel Jackson con el viejo general, la anécdota de la carta de Lincoln.
Esperamos la próxima película de Tarantino. Ésta puede pasar rápidamente al arcón de los recuerdos.
Mañana, las mejores frases.

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