Revista Sociedad

Un genocidio bien llevado, sí señor

Publicado el 27 agosto 2010 por Peterpank @castguer

Un genocidio bien llevado, sí señor

Hay un genocidio en marcha. Un genocidio que no solo se declina en crímenes particulares contra la humanidad -como La Haya quiere hacernos creer. Este genocidio incluye a la humanidad en su conjunto. Y con humanidad nos referimos a ese sujeto universal que partiendo de la modernidad definió el ser humano como producto de las ciencias humanas (las palabras y las cosas), dibujando su imagen negativamente a sus límites (Foucault, Agamben, Derrida, etc). Y es precisamente el romper esos “límites humanos” hasta desintegrar el sujeto humano lo que caracteriza a nuestro genocidio. Una problemática que sitúa históricamente nuestro debate en la disyuntiva humanismo / pos(trans)humanismo.

Michel Foucault solía establecer una ruptura, allá por finales del siglo XIX, entre dos diferentes lógicas/racionalidades políticas o ejercicios del poder. Esta ruptura era entre lo que él denominaba poder soberano y su contrapartida conocida como biopoder. La diferencia suele establecerse en forma de dos expresiones contrapuestas. Aquel principio que caracteriza al poder soberano y reza “hacer morir y dejar vivir” por un lado y aquel otro principio del biopoder que dice: “hacer vivir y dejar morir”. Mientras que el primero estaría asociado a la figura del déspota y el estado (un poder centralizado y trascendente que se expresa de manera negativa a través de la ley), el segundo apuesta más bien por un poder que deviene relación y se extiende a lo largo del campo social a través de una alianza con la economía (capitalista), expresándose en forma positiva (y moduladora) mediante lo que podemos denominar norma. Parece común en los análisis actuales la lectura que ve en nuestros tiempos un fuerte retroceso del poder soberano y una importancia creciente del ejercicio que cracteriza al biopoder (Foucault, Negri, Tiqqun, Zizek, Klein, etc, etc). Aún más ante el cadaver de la democracia liberal y en plena ofensiva neoliberal. Incluso podríamos hablar de la modernidad (Foucault) como una lucha contra el poder soberano por parte de ese biopoder + economía: dios ha muerto, everybody knows. Hasta aquí mi breve explicación de este conflicto, quien quiera profundizar en él puede consultar, por ejemplo: Global society must be defended. Biopolitics without boundaries. También puede mirar uno de los post anteriores, 4GW: conociendo la doctrina de guerra imperial.

Habitualmente en el análisis del llamado biopoder se ha atendido a la primera parte de la expresión (“hacer vivir…”) pero se ha descuidado esa segunda parte que dice “…y dejar morir”. Los análisis de Foucault se reducían a su aplicación en instituciones disciplinarias como las cárceles o los psiquiátricos (que el autor recuerde). Creo que en nuestros tiempos, donde el poder se establece de una manera más inmanente (biopoder) y el estado-nación (junto a sus instituciones disciplinarias) tiende a su desaparición (Negri por ejemplo) ese “…dejar morir” revela grandes variaciones. Primero habría que comprender qué se entiende por “vida” y aquí es importante poner hincapié en una definición únicamente económica del asunto: “vida es aquello que dentro de los circuitos de valorización capitalista se considera como productivo (es decir y si se prefiere, generador de plusvalía)”. Y digo atender a una definición únicamente económica pues es la economía la base de la lógica propia al biopoder, una alianza que Foucault resumiría en el marco teórico conocido como biopolítica (nacimiento de la biopolítica). Dentro de esta lógica, “muerto” se considerará aquello no productivo, mientras que la expresión “…dejar morir” referirá una figura que podríamos llamar “no-muerto” (pero tampoco vivo), un sujeto en stand by, zombie. Para profundizar en esta afirmación: Life as surplus, biotechnology in the neoliberal era.

Si uno atiende a la historia de sus familias (posiblemente) pueda darse cuenta de como han actuado explicitamente alguna de estas lógicas. Ejemplo (personal y europeo): los últimos agricultores (nuestros abuelos), de los cuales únicamente se espera que mueran, aún a pesar de mantenerlos en la posición de “no-muerto” a través de ayudas estatales o tratamientos de prolongación de la no-vida. Ahora, me gustaría atender a un genocidio más actual. Y aquí querría establecer un corte (Tomado de Franco berardi Bifo), entre aquello que se denomina generación post-alfa -aquella que ha recibido mucha más formación a través de medios masivos de comunicación (internet, televisión, videojuegos, etc.) que de las instituciones de reproducción tradicionales/modernas (familia, escuela, etc)- y su generación anterior. Si atendemos a las patologías de nuestra generación post-alfa podremos observar que hay dos palabras que resuenan una y otra vez, esquizofrenía (Deleuze) y ruido. Ambas hacen referencia a una misma “enfermedad”: la sobreinformación (Baudrillard, Deleuze), el exceso de imagen (Baudrillard), la virtualización exponencial (Bifo, Virilio, Deleuze), etc. Todo ello, tendencias que nuestros autores han asociado al capitalismo y a unos síntomas como el stress, la confusión, la hiperactividad o la ansiedad. Pues bien, a esta generación post-alfa se le está pidiendo la capacidad de gestionar esta sobrecarga, este stress, en un giro en el modelo de producción que, ahora, tiene que atender a los medios digitales, recombinantes, globales y cognitivos (capitalismo cognitivo) más allá del fordismo (e incluso del toyotismo). Creo que no es complicado darse cuenta de esta situación, todos y cada uno de nosotros estamos sometidos a una movilidad (existencial, laboral, social, etc) creciente y todos y cada uno de nosotros sufrimos los problemas asociados a romper esos límites que se habían considerado humanos. Igualmente todos (especialmente aquellos más jóvenes) hemos pasado por ese ruido mental que no deja pensar y que ahora quiere volverse permanente. El imperativo reza así: “vivimos en un mundo hipercambiante y hay que hiperadaptarse: ríndete al ruido y gestionalo” (y todo ello dentro de una lógica capitalista y neoliberal).

Y en caso de que esto no fuera posible solo te espera el devenir “no-muerto”: esta es una de las causas por las que en este caso hablo de genocidio. Un genocidio que podriamos resumir, en un sentido más amplio, como: La economía y el biopoder (biopolítica) contra el ser-humano (ese sujeto en la base de la modernidad), como por ejemplo nos sugiere la xenoeconomía. Y por favor, no se le interprete al autor del texto una simpatía por el humanismo, ¡el ser humano me perdone!. ¿Y como podemos expresar este devenir hoy en día? Pues hay muchas maneras, en esta ocasión me gustaría partir de un dato y una declinación concreta: una de cada dos mujeres con cincuenta años (la mitad de “nuestras madres” podríamos llegar a decir) consumen en la actualidad antidepresivos y/o ansiolíticos,  una herramienta que el autor del texto y debido a sus efectos considera especialmente significativa en “…dejar morir”. Un consumo que usualmente se receta para combatir la incapacidad de un sujeto (y que me atrevería a relacionar con una generación -término que no tiene que ver con la edad biológica) para “adaptarse” al colapso de un mundo (y aquí se podría recurrir a la retórica de la crisis: crisis de la familia, la escuela, el estado de bienestar, etc) y revalorizarse. De nuevo un imperativo -genocida- (una prolongación del anterior): “todo aquel que no sea capaz de adaptarse a este nuevo (y loco) mundo será mantenido en stand by (dejado morir en antidepresivos)”, toda una criba. Suspensión del estatuto económico (y biológico en esta modernidad tardía que lleva a confundir ambos términos) de ser-humano a través de la ruptura de sus identidades bioquímicas (modernas). Precisamente cuando se habla de poshumanismo se atiende a esta superación de los límites/fronteras humanos (y de nuevo entendemos “humano” como producto discursivo de la modernidad) a través de las (bio)tecnologías (ingeniería genética, bioquímica, etc), quizá el sujeto cyborg de Donna Haray pueda ser un buen ejemplo de este proceso. Un devenir que, de hecho, puede dibujarse como gozoso: salida del proyecto  colonialista, antropocéntrico y universalista occidental. Pero cuando normalmente se habla de poshumanismo se desatiende, precisamente, a esta (su) vinculación con el biopoder y las lógicas capitalistas (y los terribles genocidios y brechas abiertas). Este es el verdadero problema ético-político, más allá de moralismos o nostalgias varios por ese ser humano que nunca fue… Un movimiento, que incluyendo claros y oscuros, además seduce y atrapa…

Y la guerra apenas ha comenzado…


Volver a la Portada de Logo Paperblog