¿Te acuerdas de cuando un tú y un yo sumaban un nosotros? Solíamos viajar en globo, un hermoso globo rojo. Arrojábamos a los transeúntes las flores que salían de tu sonrisa, siempre sobre aquellos que nos parecían más tristes, más grises.
Al golpearlos en la cabeza se echaban mano rascándose la coronilla herida, luego descubrían estupefactos el capullo en el suelo, a continuación levantaban la vista y nos veían pasar alegres, carcajeando. Muchos no lo entendían y nos increpaban con el puño al aire como si fuese un cañón antiaéreo.
A menudo pasábamos las tardes entre nubes de suave algodón, admirados del azul intenso del cielo, así nunca pisábamos la tierra, oscura y lechosa, en la que se atascaban enfangados los demás.
¿Recuerdas cuando nuestro globo ya no quiso volar? Fue una tarde de finales del verano, las nubes no eran blancas, sino de un color que anticipaba tormenta, abrí la espita del gas pero aquello no subió ni un palmo, fuimos a pasear, pero no era lo mismo, a mí se me llenaron de fango las botas y a ti no te gustaba la vida desde aquella altura.
Llegó el otoño y el invierno, la primavera y de nuevo el verano pero tú tenías ya quince y no reías de la misma manera y yo, torpe, no pude remendar la lona roja de nuestro globo. Pero ¿sabes?todavía conservo una flor que no lanzamos y que hurté a la última tarde que volamos.