Lo contrario de una mentira no tiene por qué ser la verdad, lo contrario de lo negro, lo blanco, no tiene por qué constituir la verdad de lo que oculta lo negro, hay muchos más colores. Algo tan evidente es constantemente olvidado por nuestra forma de pensar en dualidad, este olvido nos cuesta muchos enfrentamientos y dramas, pues tiende a crear bandos irreconciliables entre sí. Cuando nos oponemos diametralmente a algo nuestro pensamiento entra en el eje dual de la verdad y la mentira, volviéndose así un pensamiento unidimensional, algo esencial para crear enfrentamientos viscerales, pensamientos enjaulados en el prejuicio de creerse poseedor absoluto de la verdad en el conflicto.
Querido lector: te invito a repasar los conflictos que en este momento estés viviendo, e incluso también los que viviste en su momento, desde la perspectiva que te he expuesto antes. Intenta ver el eje dual y los dos polos enfrentados, siente cómo tu mente ha quedado encerrada en una sola dimensión. Una vez visualizado y sentido todo esto, imagínate que sales de ese eje en busca de una segunda dimensión, a medida que ganas perspectiva, a medida que los polos se alejan de tu visión y de que empiezas a verlos como dos formas de pensar que se nutren entre sí a través del conflicto, comienza a sentir que hay otras formas de pensar, otras soluciones que no pertenecen a ninguno de los dos polos, siente cómo tu mente se enriquece al haber ganado una segunda dimensión y cómo las cadenas que te ataban a la unidimensionalidad del conflicto se rompen. Este proceso que te he narrado es para que tú lo recrees haciéndolo tuyo, la práctica aumentará el poder de este cambio de perspectiva y te ayudará a conseguir algo esencial para ser más feliz: desdramatizar la vida dejando de ver los conflictos solo en blanco y negro.
Los grandes conflictos se mantienen porque sus protagonistas piensan en el eje dual del conflicto, oponiendo sus miradas en una sola dirección que solo posee dos sentidos. Cuando nos movemos unidimensionalmente y en sentidos contrarios estamos condenados a chocar. Hemos de dejar atrás la educación que nos enseñó a pensar los conflictos de forma unidimensional y atrevernos a pensar por lo menos en dos dimensiones, en las cuales dos ideas no tienen por qué colisionar por muy dispares que no parezcan. La geometría en los conflictos importa, no podemos resolverlos de raíz sin tenerla en cuenta.