La idea era utilizar los apellidos como alelos (una de las formas alternativas que puede tener un mismo gen), y estudiar los efectos que los movimientos humanos han operado en la diversidad genética.
La explicación para elegir esta zona de Fuentes Carrionas es la de una población muy aislada y de tamaño muy pequeño, lo que permite reconstruir mejor las variables de su historia. Entre los "vehículos" utilizados se citan los libros parroquiales de estos municipios, lo que ha permitido las reconstrucciones familiares: nacimientos, matrimonios y defunciones. Pero ni la construcción de los dos pantanos (1930-1960), ni la mejora de las comunicaciones, provocaron alteraciones demográficas significativas, atentos, como el resto del mundo, a la llamada de la revolución industrial que merma la población en dos terceras partes, pasando de 1580 al inicio del estudio a 500 habitantes cien años más tarde.
Y lo que acaban resumiendo los científicos acerca de este curioso experimento es que los habitantes de la comarca de Fuentes Carrionas, condicionados como están con el entorno, con un grado elevado de aislamiento durante muchas generaciones, pueden desarrollar diferencias genéticas importantes comparadas con otras comunidades humanas donde la entrada y salida de individuos es constante.
Al margen de todos esos estudios, que siempre vienen bien porque se habla de la tierra, me interesa destacar la masa de esta gente con otro ejemplo que encuentro en el despoblado núcleo de Valsurbio, el pueblo más alto de la provincia, a 1500 metros, que nunca dispuso de luz eléctrica ni de acceso por carretera y que llegó a tener 100 vecinos, un pueblo donde -como bien resumió un cronista recientemente- "sólo queda en pie el cementerio, un paisaje desolador y un hechizo de belleza particular e inolvidable".
De la sección del autor para la prensa, "La Madeja".