Revista Religión
Leer | Mateo 8.23-27 | En la lectura de hoy, en Mateo 8, los hombres que iban con Jesús en una noche tormentosa, le preguntaron algo que debe hacernos prestar atención: “¿Qué hombre es éste…? “(v. 27). Haríamos bien en reflexionar sobre esa misma pregunta. Entonces comenzaremos a ver por completo quién es Jesús.
El Señor y sus discípulos estaban atravesando el Mar de Galilea en dirección a la región de los gadarenos cuando se produjo una gran tormenta —imaginemos un viento violento que causó tal turbulencia, que las olas cubrían la barca de madera (v. 24). Hasta los experimentados marineros a bordo estaban seguros de que su muerte era inminente.
Pero el relato nos dice que Jesús dormía. Estaba descansando tranquilamente durante una tormenta tan espantosa, que el escritor escogió la palabra griega seismos para describirla. (La frase “actividad sísmica”, que se utiliza para referirse a los terremotos, viene de la misma raíz). ¿Qué hombre es éste, que puede dormir mientras la barca es sacudida? La respuesta es: Aquel que creó los mares, y que sabe cómo se forma una tormenta y qué energía hace que una ola se mantenga en movimiento. Ese es el hombre, un ser divino revestido de humanidad que reprendía a los vientos y al mar para que se calmaran perfectamente.
La Biblia dice que tanto el viento como las aguas se calmaron al instante. Tal es el poder de Jesús, el Creador y Señor del universo. Todas las historias de la Biblia complementan el hecho de que Él es el único hombre digno de gloria, honra y alabanza (Dn 7.13, 14; Ap 5.12).
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