Con este título, Paul Auster vuelve a demostrarnos la delgada línea que hay entre la realidad y la imaginación, y el hecho de que él es un especialista en cruzar de un lado a otro varias veces y salir airoso del reto.
August Brill es un crítico literario ya jubilado, que se destrozó la pierna poco después de quedarse viudo. Ahora, vive con su hija divorciada y su nieta, la cual lleva casi un año intentando superar la pérdida de su (ex)novio. Es una familia que ha soportado el sufrimiento de la tragedia en cada generación, pero que, al fin y al cabo, se cuidan el uno al otro. El señor Brill, ya en los setenta y con dificultades para caminar, sufre de insomnio y, para evitar pensar en su esposa ya fallecida -y toda su complicada relación a lo largo de los años- y en Titus, el chico de su nieta Katya, inventa historias en su cabeza y nos lleva a un mundo paralelo. Una realidad dónde Estados Unidos está en guerra, pero no en Irak. Varios estados se han sublevado, la guerra está allí mismo y miles de personas han muerto…por su culpa. Y así aparece Owen Brick, un mago de Nueva York que un día se despierta convertido en cabo y con la misión de acabar con el creador de ese mundo, August Brill. Aquí es donde Auster demuestra su destreza a la hora de escribir y se arriesga con un mundo paralelo, con la teoría de que hay miles de realidades, cada una creada por una persona mediante su mente, usando la imaginación. ¿Qué sucede si visualizamos la muerte de alguien en nuestra cabeza? ¿Estamos matando a alguien en nuestra realidad inventada?
Pero mientras la novela avanza, una vez el joven Owen Brick regresa a la Nueva York que conoce, con la guerra a miles de kilómetros de allí, y con la difícil decisión de matar o no matar a un pobre hombre que no conoce, la fantasía termina de pronto como si nada y nos devuelve a la realidad. A August Brill y su trágica familia. Con la visita en plena noche de su nieta, empezará a recordar y pensar en lo que ha evitado toda la noche, en Sonia y Titus. Y es que, dejando aparte una conversación que personalmente me parece incomprensible entre un abuelo y su nieta, Paul Auster hace que te olvides de todo lo leído anteriormente, de aquel mundo ficticio, y te da literalmente en toda la cara ante la cruel y despiadada realidad que causó la muerte de Titus.
Seré honesta y admitiré que empecé la novela subestimándola bastante, pero que al ir avanzando fui cambiando de parecer. La verdad es que al final me parece que es una de las mejores novelas de Auster, que ha conseguido la unión de lo imaginario y lo cruel, violento e inimaginable, pero cierto, de lo real. Me ha dejado sin habla.