Es casi un axioma el hecho que llegados a los cuarenta años los seres humanos se cuestionan la existencia. Algunas veces el detonante de la crisis existencial llega producto de la introspección, otras se desencadena por pequeños golpes que da la vida.
La más reciente película de los hermanos Cohen, A Serious Man (Un hombre serio), es quizá el trabajo más personal de estos genios del cine, por lo que las concesiones hacia el espectador son pocas. Se trata de la historia de Larry Gopnik (Michael Stuhlbarg), un profesor de física, de cuarenta y dos años, quien imparte clases en una universidad cuya población es mayormente judía. Su entorno se ve alterado por una serie de sucesos que lo llevarán a enfrentar su particular crisis existencial.
Joel y Ethan Cohen han tenido la inteligencia para aprovechar las posibilidades comerciales, al incluir en su filmografía a nombres mediáticos como George Clooney, Tom Hanks y Brad Pitt, por mencionar algunos; al tiempo que han logrado mantener su independencia creativa. Un hombre serio constituye la mirada al microcosmos judío en el que crecieron.
Inicia la cinta con un impresionante relato, más por la forma en el que es contado, que por la originalidad del mismo. Es un cortometraje que, en palabras de los directores, no tiene nada que ver con el desarrollo posterior del filme (ese tipo de licencias se permiten). Luego viene la narración de las vicisitudes de Gopnik.
Es una producción que, de acuerdo a lo que se ve en pantalla, parece ir hacia ningún lado; la historia es bastante sencilla y los eventos llevados a ascena son cotidianos, contados a ritmo lento.
El argumento crea muchas más cuestionamientos de los que resuelve, esa es la intención, y puede llegar a volverse críptico, pues se desarrolla en un ambiente completamente judío; ese puede ser un punto en contra.
Una vez más, los Cohen demuestran la habilidad que tienen para extraer lo mejor de sus actores. Michael Stuhlbarg construye un personaje que transmite la angustia existencial por la que atraviesa, su actuación es contenida y su rostro refleja, de gran forma, los estadios emocionales de Gopnik. El reparto hace lo suyo, todos a gran nivel.
De corte intimista, con el acostumbrado humor negro; mucho más oscura, en cuanto a la creación de múltiples preguntas sin respuesta, que sus producciones anteriores; Un hombre serio es cine hecho para poner a meditar al espectador.
Calificación 8/10