Un hombre, su caballo, su perro y el cielo
Anónimo
Un hombre, su caballo y su perro iban por un camino. Luego de mucho andar el caminante se dio cuenta de que los tres ya habían muerto en un accidente.
Hay veces que lleva un tiempo para que los muertos se den cuenta de su nueva condición. La caminata era larga, cuesta arriba. El sol era fuerte y los tres estaban empapados en sudor y con mucha sed. Precisaban desesperadamente agua. En una curva del camino, avistaron un portón magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza calzada con bloques de oro, en el centro de la cual había una fuente de donde brotaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que desde una garita cuidaba de la entrada.
-Buen día -dijo el caminante.
-Buen día -respondió el hombre.
-¿Qué lugar es este, tan hermoso? -preguntó el caminante.
-Esto es el cielo -fue la respuesta.
-Qué bueno que llegamos al cielo, estamos con mucha sed -dijo el caminante.
-Usted puede entrar a beber toda el agua que desee -dijo el guardián, indicándole la fuente.
-Mi caballo y mi perro también están con sed.
-Lo lamento mucho -le dijo el guarda-. En este sitio está prohibida la entrada de animales.
El hombre se sintió profundamente decepcionado pues aunque era grande su sed, él no bebería ni una gota si sus amigos no podían hacerlo. Así que siguieron su camino cuesta arriba. Luego de mucho andar con el cansancio y la sed multiplicados dieron con otro sitio cuya entrada estaba marcada por un portón viejo entreabierto. El portón daba a un camino de tierra, con árboles a los lados que le hacían sombra. Debajo de uno de los árboles, un hombre estaba recostado, con la cabeza cubierta por un sombrero; parecía que dormía...
-Buen día -dijo el caminante.
-Buen día -respondió el hombre.
-Mis amigos y yo venimos con mucha sed.
El viejo les señaló una fuente natural que brotaba de entre unas piedras y les dijo que allí podían beber toda la que desearan.
El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.
-Muchas gracias -dijo el caminante al salir.
-Vuelvan cuando quieran -respondió el hombre.
-A propósito -dijo el caminante- ¿qué lugar es éste tan agradable?
-Este es el cielo -respondió el hombre.
-¿Cómo? ¡Pero si el vigilante del portón de mármol nos ha dicho que allí es el cielo!
-Aquello no es el cielo sino el infierno.
-Pues qué grandes confusiones debe causar tal engaño.
-Todo lo contrario amigo, pues allí van quedando los que engañados por su ambición y deslumbrados por el brillo del oro: son capaces de abandonar a sus mejores amigos.
FIN
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