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Un hombre y dos burros

Publicado el 19 enero 2013 por Angeles

El año pasado leí una novela titulada La librería ambulante, (Parnasus on Wheels, 1917) de Christopher Morley. Un hombre y dos burrosEn esta novela, que se desarrolla en Nueva Inglaterra a principios del siglo XX,  un hombre, el señor Mifflin,  viaja en un carromato tirado por un caballo. Su negocio es la venta de libros y su pasión la difusión de las ventajas de la lectura.No hace mucho conocí la historia de otro divulgador de los  beneficios de la lectura, este de carne y hueso,  que en el siglo XXI cuenta prácticamente con los mismos medios que el de la novela, pero se enfrenta a mayores dificultades y peligros ( y eso que el bueno de Mifflin también sufre lo suyo).En La Gloria, Colombia, una zona marcada por la violencia de grupos paramilitares y bandas de asaltantes, un maestro de enseñanza primaria llamado Luis Soriano va de un  lado a otro con dos burros. Uno se llama Alfa y el otro Beto,  y van cargados de libros. Los sábados por la mañana, muy temprano, el maestro sale de casa con sus dos burritos libreros y una mesa plegable en la que ha pegado un letrero que dice “Biblioburro”.
Llega a aldeas aisladas, donde los niños tienen padres analfabetos y viven en casas en las que no hay un solo libro. Al llegar, después de varias horas de camino a pleno sol,  abre la mesa portátil  y a continuación pone en el suelo un peculiar top manta de las letras, un picnic bibliográfico, con los libros que lleva ese día. Los niños se ponen a curiosear. Algunos se sientan a leer allí mismo, o a escuchar leer al maestro o  a hacer los deberes de la escuela; otros se llevan algún libro en préstamo. Un día el maestro escuchó en la radio a un periodista que hablaba sobre el libro que acababa de publicar, y le escribió pidiéndole que donara un ejemplar para su biblioteca ambulante.
 
Un hombre y dos burrosEl periodista, conquistado por este proyecto singular, lo dio a conocer en la radio, y gracias a esto, don Luis Soriano empezó a recibir donaciones de libros que llegaban de muy diversos lugares, y además una entidad financiera donó dinero para la construcción de una pequeña biblioteca en el pueblo.Don Luis inició su biblioteca itinerante, hace más de una década, con los setenta libros que constituían su exigua biblioteca personal. Hoy día, gracias a las donaciones, tiene casi cinco mil volúmenes, entre libros infantiles, libros de texto,  novelas, ensayos y enciclopedias. 
Al principio muchos se reían de él al verlo pasar con sus  burros y sus libros  y lo tomaban por loco. En una ocasión se cayó de su montura y se partió una pierna, a resultas de lo cual sufre una cojera permanente.En otra ocasión lo asaltaron unos bandidos que, al ver que no llevaba dinero, le robaron una novela.
A lo mejor la leyeron y todo, quién sabe.
Pero ni estas desventuras ni peligros mayores, como el de la guerrilla, arredraron a este valiente, que siguió adelante con su romántico empeño y que se emociona al ver cómo los niños a los que él enseña, son  quienes a su vez enseñan a leer y escribir a sus padres. Es muy grato saber que su humilde y trascendente iniciativa ha ido poco a poco alcanzando reconocimiento internacional.Por ejemplo, en 2010, la CNN le dedicó un reportaje en su sección CNN Heroes; en la BBC y el New York Times también han aparecido noticias sobre el biblioburro. Existe igualmente un documental cinematográfico titulado Biblioburro: The Donkey Library, y además en otros países como Venezuela y Etiopía se están llevando a cabo proyectos similares.El compromiso de este auténtico maestro no es solo con la cultura y la alfabetización; es sobre todo un compromiso con el porvenir. Porque el conocimiento del mundo y de la vida que los niños adquieren a través de los libros, deriva, creo yo, en la conciencia de quiénes somos, cada uno y los demás. Y en esa conciencia probablemente está la fórmula mágica del respeto; y el respeto es, entre otras cosas, el antídoto contra la violencia. 

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