Yo hice al Consorte adicto a los subidones de adrenalina durante nuestro noviazgo, pero él me ha hecho reticente a sus sorpresas durante el matrimonio. Me explico:
Cuando El Consorte quiere darme una sorpresa y compartir conmigo momentos que para él han sido muy especiales, la cosa matemáticamente sale mal. No me pregunten porqué, porque no lo sé, pero es así.
El inicio de esta historia no está del todo claro. Ayer hablándolo con él no nos poníamos de acuerdo si era que íbamos a Las Vegas ó a San Francisco. Pero eso es lo de menos.
El caso es que veníamos de un viaje Madrid/Los Ángeles haciendo escala en todas las ciudades conocidas por el ser humano, así que mi espalda todavía sin titanio era una verdadera piltrafa. Recuerdo que la escala de Los Ángeles era de unas seis horas, más ó menos.
Consorte llevaba más de dos semanas diciéndome que le hacía una ilusión enorme llevarme a un hotelito pequeño y encantador que conocía de sus años de universidad, de cuando él iba a esa ciudad.
Me había pintado el panorama y me había relatado los viajes, algunos de ellos con su hermana pequeña con todo lujo de detalles y conformando una historia preciosa.
Pero mi experiencia me decía que eso no podía salir bien. Pero siempre me pasa lo mismo. Creo en ello. Digo: Vale, a ver si esta vez conjuramos la maldición.
Después de la última escala, milagrosamente llegamos a Los Ángeles a la hora prevista. Consorte había alquilado un coche para esas horas que teníamos que estar allí. Facturamos a donde fuera que íbamos y yo me llevé en el bolso de mano lo necesario para una corta estancia.
Esta vez no conducía yo, porque mi anfitrión quería sorprenderme y hacer de esta experiencia algo especial.
Ya la cosa empezó a torcerse cuando él no recordaba claramente la dirección del “hotelito”. Por si no lo saben Los Ángeles es una enoooooorme ciudad con enooooormes y laaaaaargas avenidas pensada solo para coches donde, si tú sabes dónde vas es genial, pero si no, la cosa se complica y mucho. Las manzanas son gigantescas y al ser una ciudad totalmente cuadriculada, para volver a un punto donde te has despistado la cosa lleva su tiempo.
Como mi anfitrión es hombre y los GPS todavía no se habían desarrollado masivamente, era él contra el mapa. Por supuesto no le iba a preguntar a nadie por la dirección que buscaba.
Yo, al ver el panorama empecé a ser práctica.
-Pero Consorte, no te comas el coco, paramos en un hotel cerca del aeropuerto y ya está. Yo me hecho una horas y listo. Seguro que me repongo, ya verás.
-No, no si ya estamos cerca. Si me acuerdo perfectamente que era por esta avenida y ya verás que monada de hotel. Nos echamos unas horitas y como nuevos, ya verás.
Yo veía que el tiempo pasaba y lo que era peor, nos alejábamos del aeropuerto de una manera preocupante. Las seis horas se iban convirtiendo en cuatro, entre facturar, recoger el coche de alquiler, buscar incesantemente el “hotelito” que no encontrábamos…
Se me vino a la mente la noche, en que me intentó llevar al mejor restaurante de Londres, que cuando se me pase el cabreo la postearé. Después de 20 años todavía guardo rencores…
Así que como me sentía realmente cansada y eso el Consorte lo respeta por sobre todas las cosas, empecé a sentirme “más” cansada a ver si así lograba acelerar el abandono de esta búsqueda que empezaba a ser desesperante. Pero él se había propuesto enseñarme el maldito hotelito de cuando era joven y venía a Los Ángeles.
Cuando llevábamos cerca de hora y media dando vueltas como peonzas por la misma zona y yo ya estaba de auténtico mal humor y a punto de saltar del coche en uno de los millones de semáforos que tiene esa ciudad, grita de júbilo:
-¡¡¡Aquí, aquí esta es la calle!!! Sabía yo que la tenía que encontrar, ¡coño, si es que no tienes confianza en mi capacidad de orientación! El 150 tú busca el 150 (eso no se me olvidará jamás).
-¿Pero tú has tirado miguitas, piedrecitas ó algo por el camino? Porque te recuerdo que tenemos que volver al aeropuerto dentro de cuatro horas y creo que no tienes ni idea de cómo volver.
-Que booorde eres. Ya verás que preciosidad de hotel. ¡Y lo bien que nos lo vamos a pasar!
Cierto es que intuí un cierto tonillo de lujuria en la frase, pero estaba demasiado cansada y solo quería echarme en una cama aunque fuera un par de horas. Empecé a mirar y el primer número que divisé fue el trescientos y pico.
Ufff pensé, como no sea esta avenida, cuando lleguemos al 150 estaremos más perdidos y donde Cristo perdió el mechero y las ganas de fumar.
En aquellas tierras ver los números de los edificios ó casas ó lo que busques es complicado por la distancia que hay entre la calzada y aquello que está numerado. El caso es que a medida que lograba ver los números que se iban acercando me entró una duda existencial.
-¿Oye, y cómo sabes si en todos estos años, tu recoleto hotelito no se ha convertido en un edificio ó un Burguer King ó peor aún, en un parking?
-Porque no, ya verás que no, además esto está lejos del Down Town (Centro) y aquí los cambios son muy escasos.
Estaba demasiado cansada para rebatir la base científica de esa afirmación, así que seguí buscando los números que más ó menos podía avistar y que iban bajando.
De repente me entró la risa floja. Ha, ha, ha y mi humor iba entrando en barrena por minutos. Allí estábamos en la maldita avenida y efectivamente, en el 150 había un sitio donde poder alquilar algo parecido a una habitación.
-Que mono y que acogedor motelito. ¿Y dices que aquí es donde nos vamos a alojar?
-Espera, espera que me bajo a ver cómo está el panorama.
Mi humor estaba ya a punto de empezar a soltar improperios, insultos y a jurar en arameo, por ser tan idiota de seguirle el juego al bueno del Consorte. Pero estaba tan cansada que no era capaz ni de reaccionar.
Empecé a vislumbrar la posibilidad de dormir en el coche, porque total yo soy muy pequeña y en un coche americano medio yo me tumbo en el asiento de atrás y como una reina, oiga.
-Que ahora son de esta cadena pero ¡los dueños son los mismos! Fíjate que bien, además el color rosa es porque lo exige la marca.
-A ver, cariño. Esto es un motel de mala muerte. Si lo que se ve por fuera es así, no quiero imaginarme como tiene que ser lo que todavía no he visto. Así que corramos, antes de vernos abocados a tener que dormir en el coche. ¿Vale? Seguro que por aquí cerca hay un hotel decente.
-El caso es que ya he pagado la habitación… venga que ya verás que no es tan malo.
Yo en modo venganza.
-¿¿¿Qué has pagado la habitación en este antro??? ¡¡¡Pero si Thelma y Louise lo hubieran desechado por cutre!!! ¡¡¡Tú estás fatal chaval, fataaaaaal!!! Más te vale que custodies bien las llaves del coche porque en una de esas me piro y aquí te dejo…
-¡¡¡Que exagerada, eres por dios, que exagerada!!! Es cierto que no tiene nada que ver con lo que era, es cierto pero de eso a que es un antro…
Aparcamos a la puerta de la habitación.
-¿¿¿Oye, no vas a cogerme en brazos para traspasar el umbral de la suite nupcial??? ¡¡Pero a quién traías aquí tú!! Porque no me creo que mi cuñada se quedara aquí ni de coña, vamos.
-¡Mira pues la habitación no está demasiado mal!
Entro y ya si estaba de mal humor, se me puso una mala baba que no me tenía.
-¡Es cierto! Mira, han tenido la delicadeza de limpiar las marcas de tiza del último cadáver… Lo que no han hecho es cambiar las sábanas desde la inauguración, pero oye, se han ahorrado un huevo en lavandería…
-Joder, si vas a estar todo el rato así, nos vamos y listo.
-¡No! Ahora nos quedamos aquí, ¡por mis trenzas que nos quedamos aquí!
Y espero que no me pille ninguna infección en este antro, porque me voy al mejor hospital del país cueste lo que cueste.
Dicho lo cual me dispuse a elaborar un intrincado puzzle encima de la cama con toda la ropa que tenía en el bolso de mano para no tener que tocar las sábanas ni nada de aquel sitio.
Cuando encendió en aire acondicionado pensé que si enfriaba en función del ruido que hacía, moriríamos congelados en dos horas.
El Consorte por llevarme la contraria, se quedó en calzoncillos y se tiró con total naturalidad encima de aquella colcha, que yo miraba horrorizada. Cuando había logrado hacerme una especie de bola en posición fetal dentro del perímetro de seguridad que me daba mi ropa y estaba cogiendo el sueño.
-Dolega, Dolega, pásame el mando de la tele que está en tu mesilla.
Y yo que cojo el mando de la tele, pero el mando de la tele no se mueve.
-Lo siento, lo tienen pegado a la mesilla. Será para que los directivos que se alojan, no se lo lleven confundido con sus temporizadores de explosivos.
-Vale pues cámbiame el sitio.
-En serio me aburres, me aburres mucho.
Y allá que tengo que levantar el chiringuito para montarlo del otro lado de la cama. Al fin lo consigo y me dispongo a dormir. Caí en un letargo extraño, como en un limbo sombrío.
-¡Jodeeer, jodeeer!
Me desperté de pronto totalmente alterada, me senté en la cama pensando “Y ahora es cuando nos atracan y nos matan por estar haciendo el imbécil, en este antro de mierda”
-¡Qué pasa, qué pasa!
Me voy directa al cuarto de baño y me encuentro a mi querido Consorte que ha abierto el grifo del lavabo y por el desagüe por donde bajaba el agua, subían hormigas negras.
-¡¡¡Huyyy mira que detalle tan bonito, poder admirar la fauna local mientras te lavas los dientes!!!
Algún día me tienes que confesar a quién demonios traías tú aquí…
Venga vámonos, que tenemos todavía que llegar y devolver el coche y como me vuelvas a contar la historia del hotelito acogedor, te saco hora con algún psiquiatra.