Suele decirse que hay que afrontarla SIEMPRE mirando hacia delante, sin embargo a veces es posible que la añoranza, la pérdida, el cansancio, hagan que de repente en esa desenfrenada carrera diaria sintamos la necesidad de pararnos en seco... Porque creemos que nos hemos equivocado o que nos han golpeado fuerte, porque tenemos la certeza de que el camino escogido no nos lleva a la meta, porque presentimos que hemos consentido que el tiempo pase sin haber intervenido lo suficiente...
Hay quien decide darse una oportunidad y sigue avanzando en la misma dirección esforzándose más por mantener la atención sobre aquello que le rodea, pasando rápido sobre lo que le daña, aminorando la marcha cuando percibe algo bello y gratificante que le alimenta...
Hay quien decide dar la vuelta para salir disparado a la zaga de lo que UN DÍA FUE, centrando sus esfuerzos en localizar el punto exacto en el que comenzó a notar el vacío, con el propósito firme de retomar su existencia en el sentido que debió de ser el correcto desde el principio...
Hay quien simplemente SE PARA porque siente que las fuerzas le fallan... Hay quien llegado a este punto decide descansar por un tiempo, el suficiente, para decidir hacia donde encaminar sus hasta ahora vacilantes pasos... Hay quien inusualmente, fruto de un agotamiento indescriptible, decide renunciar al PRESENTE y dejar de soñar con el FUTURO...
Esto último, es lo que decidió hacer EVA, la protagonista de la novela "LA MUJER QUE VIVIÓ UN AÑO EN LA CAMA" uno de los libros que cayó en mis manos este verano y cuya maravillosa historia he decidido contaros hoy en la LA BIBLIOTECA DE PALMICHULA