Revista Opinión

Un insignificante prometeo

Publicado el 30 marzo 2011 por Romanas

Un insignificante prometeo
    Una imagen de Blade Runner, el film de Scott
Soy demasiado viejo y estoy muy cerca  del ocaso para preocuparme, pero parece que estoy pisando ya la delgada línea roja de lo permisible respecto a lo que en este 'país nuestro de todos los pecados' es realmente innombrable, no como lo soy yo para la gente del Saco, sino de verdad: no se puede desenmascarar del todo al que es realmente el amo de España. No se puede, no ya aludir, sino señalar directamente a los que son sus jefes y un día trajeron a un rufián para que nos ajustara sus cuentas durante 40 inacabables años. No se puede decir, impunemente, que los que le conocen mucho mejor que yo (porque se alienaron con él en el mismo bando durante algún tiempo) tienen miedo, mucho miedo, tanto miedo que no se atreven a decir mucho menos de lo que yo digo porque ya lo insinuó uno de ellos francamente: 'temía por su vida'.
Esto a nivel nacional, pero internacionalmente todavía es peor, es la más vergonzosa de las mentiras, de las falsedades, el peor de los montajes: lo que se está haciendo en el Norte de Africa. Allí, no se rebela espontáneamente el pueblo contra unos tiranos, sino que es, ni más ni menos, la puñetera Cía y otras hierbas como el Mosad judío y el M16 inglés, los que mueven todos los hilos, en todos los telares (como no podía ser de otra manera) de tal modo, que es una gigantesca farsa lo que nos cuentan todos los días, todos los diarios del mundo. 

Alguien que, por supuesto, no sólo sabe mucho más que nosotros de qué va la cosa, esos tipos que nadie sabe quiénes son, ni dónde están (Foucault) para que nadie pueda llegar un día hasta ellos y estrujarles, literalmente, sus cabezas (como hiciera el replicante protagonista de Blade Runner con el amo de aquella siniestra ciudad que tan bien nos presentara Ridley Scott). Esos tipos han dado las pertinentes instrucciones, no sólo a Obama, Cameron, Sarkozy, y demás, sino que han puesto, en donde hay que situarlo, todo el dinero que haga falta para que todo suceda como debe de ser, que no es otra cosa que la moral de los tiempos que corren.

De modo que, el amigo, el cómplice, el magnífico tipo que era invitado de honor en todos los países importantes del mundo, se ha convertido, por arte de magia, en un apestado cuyo problema ahora es que no tienen adonde enviarlo, si es que Chávez o Castro se niegan a abrirle sus puertas, si es que el tirano de hoy (el invitado de honor de ayer) tira la toalla y pide que le dejen salir del teatro de los sueños.

Porque eso es lo que se está representando ante nuestros ojos. No ya un sueño (que no puede serlo) sino una tragedia en la que mueren y mueren y mueren todos los días cientos de sus personajes... la más siniestra de las pesadillas, con la complacencia de todo el mundo que bate continuamente sus orejas.

De modo que no sólo hay mercenarios por un lado y que, aparte de todo el poderío aéreo del mundo, machacando a unos de los que combaten en una auténtica guerra civil, en tierra, hay muchos mercenarios más entre los buenos que, de repente, han aparecido armados hasta los dientes (no se sabe bien cómo).

“Porque no es el petróleo, estúpidos”, que diría aquél, es la situación geoestratégica de una parte de la Tierra que se les estaba yendo poco a poco de las manos para alinearse con el que es el nuevo enemigo mortal de su Imperio: China. Y aquél, el Imperio, no iba a consentirlo mansamente.

Por lo que el Tío Sam tocó la corneta de órdenes y todo el inmenso ejército del mundo, del "mundo bueno" (por supuesto), se alineó a su lado (al lado bueno de los arcángeles) para luchar contra el "Eje del Mal", otra vez.

Y yo me encuentro con que no puedo publicar comentarios en algunos sitios en los que solía y, ojalá, sólo sea esto lo que me ocurra, que yo no estoy tan seguro de ello (aunque no me llame Assange, ni tenga ninguna Wikileaks donde publicar todo esto, que, por cierto, es mucho más alarmante que algunas de las cosas que allí se decían).


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