Un juez británico obliga a alimentar a una mujer anoréxica, considera que la enferma, de 32 años, no tiene capacidad para decidir por sí misma. Sus allegados creen que se han de respetar sus deseos. La polémica está servida. Se trata de una antigua estudiante de medicina de 32 años que vive en Gales, no puede ser identificada por razones legales y se la conoce como E. No tiene expresamente la voluntad de morir pero es protagonista de un caso extremo de anorexia: tiene “un miedo obsesivo a coger peso” hace ya más de un año, se niega a tomar ningún tipo de alimento sólido y apenas agua, lo que la ha llevado a tener un índice de masa corporal de 11,3, equivalente a un peso de 33 kilos para una persona que tuviera 1,70 metros de altura. Con trastornos relacionados con la comida desde los 11 años, E sufre otros problemas de salud graves y desde la adolescencia también tiene problemas de alcoholismo.
El juez reconoce que ha tenido muchas dudas. "Es la primera vez que me he planteado la posibilidad real de que un tratamiento para mantener a alguien con vida no es lo mejor que se puede hacer por una persona que, aunque no tiene capacidad para decidir por sí misma, es completamente consciente de su situación". Pero concluye que "los factores en uno y otro sentido son, en mi opinión, casi absolutamente equilibrados. Pero, habiéndolos considerado con todo el cuidado de que soy capaz, creo que la balanza se inclina ligeramente pero sin ninguna duda a favor de un tratamiento de conservación de la vida".
En esta situación entran en colisión el derecho a la vida con el principio de autonomía del paciente. Es el primero el que ha pesado más en la decisión del juez, que piensa que la paciente debe ser alimentada, aunque sea a la fuerza.