Copiosas, realmente. Y es que ha habido de todo, para bien y para mal. Un inicio de mes en el que los prolegómenos del verano hacían de las suyas durante la Feria del Libro de Madrid, abundando en la tradición de los caprichos climatológicos. Me dijeron que llovió pero yo no lo vi: mis dos visitas, como siempre, coincidieron con la calorina. Dos visitas que fueron satisfactorias… pero escasas. Me esposaron las manos a la espalda (figuradamente, más o menos) y salí con el escaso botín de tres libros en total. ¿No os parece una miseria?
A primeros, también, se concedió Premio Príncipe de Asturias de las Letras al irlandés John Banville, autor que estaba en mi estante de “quiero leer” y aproveché para aproximarme a él a través de “El intocable”. Ahora quiero más.
Relevante fue también la ocupación del vacante sillón B en la Real Academia Española por parte de la catedrática Aurora Egido, novena mujer en ser elegida académica. Un logro que ha quedado algo velado por la muerte, la pasada semana, de la escritora y también académica Ana María Matute. Una muerte dolorosa para las letras españolas. Una madre literaria a la que agradeceré siempre dos cosas: atarme (más) a la pasión por los libros y reconciliarme con mi nombre. Siempre la quise por ello y siempre la querré.
Y me hubiera gustado asistir a la Feria del Libro Independiente de Santander, que se celebró la semana pasada, pero no pudo ser. Una lástima.
Entre tanto, los libros siguieron cayendo de forma por completo accidental (no sabéis la propensión a los accidentes que tengo) en mi bolso. Y al terminar el mes me pareció que andaba ligeramente escorada de un lado (del contrario a la lesión, lo juro, doctora) y empecé a sacar todo ese bulto. Este es el resultado:
De mi primera visita a la FLM: “La dama de provincias prospera” de E.M. Delafield, que estaba deseando desde que me carcajeé con la primera entrega, y el “Diario de una volátil”de Agustina Guerrero. Este último es una adquisición especial, además, porque fue fruto del intercambio que mi hermana y yo nos hicimos, dedicatorias incluídas. A ella le regalé la preciosa edición del “Tres mujeres” de Sylvia Plath que ha hecho Nórdica, ya que me confesó no haber leído a Plath y tener ganas de hacerlo (y, bueno, que está embarazada y me pareció apropiado).
Como me había quedado abstraída ante la portada de “El mundo de afuera” de Jorge Franco, pero mi hermana me sujetó las manos, tuve que volver a por él al cabo de unos días. De haber ido sola, habría caído alguno más pero no fue así. Nueva frustración.
“El libro (de los 50 años) de Forges”no tiene nada que ver con esa frustración. Le teníamos muchas ganas y fue una puesta en común.
Los siguientes (lo confieso, señor juez) sí tienen que ver, aunque no fue voluntario. Regresaba distraída de una comida de amigas cuando, oh, sorpresa, topé con una librería camino del metro… Me asaltó ella, no fue culpa mía. Esgrimía una gran estantería con libros de bolsillo. ¡Y un rincón de ofertas! Y sonaban mis adorados Muse… “El pensionado de Neuwelke” de José C. Vales y “Resurgir” de Margaret Atwood fueron producto de algún extraño caso de hipnosis.
Ah, ahí está “Hielo” de Anna Kavan. Después de sentirme sacudida por la lectura de “Mi alma en China” tuve que hacerme con éste, me lo pedía el cuerpo.
¿Todavía hay más? Sí, claro, “Nobles y rebeldes” de Jessica Mitford se cruzó en mi camino uno de esos días en los que la palabra autocontrol parece haber desaparecido de mi diccionario. Por eso con él están “Franz y Greta” de David Cameo y “Mañana todavía”, esa curiosa colección de relatos distópicos de escritores españoles. Es ver algo de humor o con toques fantásticos y me quedo pegada, no puedo evitarlo.
Y el último fue “Stoner” de John Williams, uno de esos que hace tiempo deseo leer y nunca terminaba de animarme. Ahora (y por culpa de una pandilla de brujas indeseables que reseñan unos libros de lo más apetecibles de una forma que es imposible dejarlos a un lado), se ha sumado a mi montonera.
Tengo la sensación de que mis estantes me miran aterrorizados cada vez que me ven llegar. Pobres. Y de nuevo pienso, demasiado tarde, ¿cuándo voy a tener tiempo de leer todo eso que voy acumulando?
Un añadido que acabo de recordar: también compré el libro electrónico "Un hotel en ninguna parte" de Mónica Gutiérrez, que va a ser una de mis lecturas fijas de este verano.
¿Qué tal ha ido vuestro mes?