Desde ayer Marruecos dispone del medicamento contra la hepatitis C marca Sovaldi (sofosbuvir) menos caro del mundo. Este polémico fármaco es el más usado para dicha enfermedad por su efectividad pero su caso se ha hecho famoso por el altísimo precio que su fabricante, Gilead, que ha llegado a recibir 1.000 dólares por pastilla.
El SSB 400, primer genérico contra la hepatitis C 100% marroquí, se vende al precio de 3.000 dirham por caja, cuando el coste del tratamiento de doce semanas es de 451.000 dirham en Francia y de 800.000 dirham.
¿Cómo lo ha conseguido Marruecos? A Gilead no le interesaba el mercado marroquí (las personas enfermas de Hepatitis C cuya vida corre peligro, unas 625.000).
Le interesaban tan poco que no presentaron la patente que suele proteger su fármaco en el plazo reglamentario. Eso lo ha aprovechado un laboratorio local, Pharma 5, para descifrar el secreto de la fabricación del producto de Gilead.
Desde Marruecos ese laboratorio podría exportarlo a países en donde el producto original no esté protegido con patente.
Todo esto nos mete de lleno en el mercadeo con la salud de las personas. A día de hoy no se sabe cuánto paga el Gobierno español a Gilead por Sovaldi. Las primeras cifras que se manejaron fueron 60.000 euros por tratamiento que luego bajaron a 25.000. Después, la plataforma de afectados dio el dato de 13.000 y ahora algunas filtraciones lo sitúan en 7.000-8.000. Si hay suficientes enfermos en un país “con dinero” se intenta especular con el precio y si hay suficientes enfermos pero el país no tiene unas arcas suficientemente llenas se olvida uno de la patente el producto.
Pero en España no somos afortunados sino más bien corruptos. Sí porque las leyes internacionales permiten que ante una crisis de salud pública como la que padecen los enfermos de Hepatitis C se obvie la patente de un medicamento que sea necesario.
Y eso España no lo ha hecho. Esa expropiación legal de la patente fue “animada” incluso por el comisario de Salud de la Unión Europea, al recordarle al Gobierno que puede tomar la medida.
Corruptos de tradición pues no es la primera vez que a Gilead se le permite dar un pelotazo medicamentoso. Ya durante la “epidemia” de gripe aviar de 2005 se lucró de manera abusiva con las ventas de su malísimo fármaco antiviral Tamiflu y durante la no pandemia de gripe A de 2009 lo hizo a mayor escala todavía.
Decidme si no es corrupción pagar lo que está pagándose por un medicamento que cuesta producirlo entre 57 y 115 euros. Claro que, insisto, todo depende de cómo estén de llenas las arcas públicas de un país, los delirios de grandeza de los políticos que lo dirigen o el nivel de connivencia que exista entre las clases dirigentes, los “expertos” médicos en Hepatitis, algunas asociaciones de pacientes que hacen lobby corporativo o los ejecutivos del laboratorio interesado.
Escribo todo esto porque en India, China, Brasil o Argentina se han planteado la rebeldía ante el abuso de los laboratorios de especuladores. La rebeldía es un camino y apostar por una industria farmacéutica pública, bien dotada, que investigue y desarrolle tratamientos médicos esenciales para la población y gestionada de manera ética y transparente es otro.