Las jugadoras de la selección muestran sus medallas en el podio - FEB.
Una plata se enseña, se abraza, se muerde y se besa, pero no deja de ser un simple objeto que reconoce un recorrido de nota. El legado son cosas mayores. Algo que se ha ganado la capitana Laia Palau (Barcelona, 1979), que retorna a la infancia cuando marea la medalla de un sitio a otro. Sabe que es partícipe de la escena más privilegiada de la historia del baloncesto femenino español: el haberse merecido el aplauso de quienes pusieron La 1 a las nueve para ver el telediario y no cambiaron de canal ante el descubrimiento; de
quienes ya las conocían de sobras; y también del rival más poderoso posible, un Estados Unidos que le había derretido en el Mundial anterior (106-70) y que esta vez obtuvo una victoria, la 82ª en sus últimos 83 partidos, mucho más corta (64-77). Nunca antes España había alcanzado la final de un Mundial, a la que llegó dejando en la cuneta a la anfitriona Turquía, jaleada por 10.000 espectadores, como hace un año había silenciado a Francia en su Europeo para arrebatarle el oro.
Aunque le sobrasen motivos para hacerlo, la selección nunca bajó los brazos. Odia la complacencia y sabía cuánto habían costado las ocho medallas anteriores. Bronces, como los del Mundial de la República Checa (2010), en el que eliminó en cuartos a Francia pese a llegar a perder por 13 puntos en el último cuarto; o el mismo metal, pero en el Europeo de Grecia, con 15 de desventaja en ese período y otra remontada singular. No se derritió España por más que a Alba Torrens no le entrasen los tiros y Estados Unidos se escapase al final del último cuarto. Por entonces Maya Moore ya se había ganado medio MVP del torneo, el resto se lo mereció con su rapidez y efectividad, anotando 16 de sus 18 puntos al descanso (29-48). Un marcador casi idéntico en el final de la primera parte que en el Europeo de Chieti de 2007, cuando Rusia dominaba por 24-44 y a la selección, entonces entrenada por Evaristo Pérez rozó la enésima proeza (68-74). Y, sin olvidar al grupo que empezó la senda de los éxitos con un oro en el Europeo de Perugia de 1993.La garra de LyttleEsta vez no tuvo opción de remontar, pues Estados Unidos penalizó el más mínimo error, pero sí de enderezar el rumbo. Silvia Domínguez y Anna Cruz habían sido las primeras en agitar al grupo, siempre liderado por una Laura Nicholls que se cansó de palmar rebotes (oficialmente cogió once, pero contribuyó a unos cuantos más) y no dudaría en encararse con Griner por haberle dado un codazo. La garra es el lenguaje de Lyttle, siempre cargada de faltas y en el tramo final, incluso lesionada se deshacía para recuperar balones y confirmó que se merecía, como así fue, un quinteto ideal del campeonato junto con Moore, Taylor, Griner y una Alba Torrens que concentró sus 10 puntos en el tercer cuarto. Justo antes de meter su primer triple, su entrenador, Lucas Mondelo (l'Hospitalet de Llobregat, 1967), le advirtió: "Moore está haciendo un face to face (cara a cara) contigo. Tenemos que ayudar". El modelo de Mondelo, escoltado en la selección por sus ayudantes Isa Sánchez y Víctor Lapeña, pasa por dejarse de retóricas e ir al grano. Ya antes había recalcado al grupo, con 17-32 en el marcador (a los 12m 3s) que, de seguir así, acabarían con 120 puntos en contra. Que no podían dejar de competir. No se suele perder en dar indicaciones en la pizarra porque prefiere utilizar los tiempos muertos para, como dice, "recolocar" el ánimo de las jugadoras. Apela al corazón y corrige con tacto, pero sin irse por las ramas. Comunica de maravilla porque su tono es casi pedagógico y es un excelente entrenador no sólo por sus títulos, que también, sino también por la cualidad que distingue a los técnicos de verdad: el hacer que cada una de las jugadoras de la plantilla se sientan útiles. Su éxito y, por extensión el del grupo, se comprueba cuando Nuria Martínez salta en las semifinales en un instante muy comprometido y lo borda ante la anfitriona Turquía, o cómo la misma base del Galatasaray, contribuyó a levantar el ánimo en la segunda parte. La actitud se refleja en que España cogiese hasta 23 rebotes en ataque.
La entereza del grupo también se demostró cuando Taurasi, discreta por un día, puso la máxima ventaja (52-75 a 5m 10s). Palau se marcó dos asistencias de antología para Anna Cruz y lo primero que hicieron las únicas que faltaban por jugar del grupo fue positivo: Leonor Rodríguez acertó con un triple y Leticia Romero se hizo con una pelota. Antes Luci Pascua y Laura Gil, que igualó las once medallas internacionales de Pau Gasol y Felipe Reyes, también habían dignificado un legado de plata que ojalá sirva para que las chicas que juegan a baloncesto en los colegios y clubes vean más (o simplemente sigan) el baloncesto femenino, el deporte con más licencias femeninas, y también para que los patrocinadores lo tengan en cuenta como un buen espacio para promocionarse. Una cosa llevará a la otra.
ESPAÑA 64 (17+12+19+16): Laia Palau (6), Marta Xargay (2), Alba Torrens (10), Laura Nicholls (10) y Sancho Lyttle (16) —quinteto inicial—; Silvia Domínguez (6), Nuria Martínez (-), Laura Gil (-), Leticia Romero (-), Leonor Rodríguez (3), Lucila Pascua y Anna Cruz (11). ESTADOS UNIDOS 77 (28+20+19+10): Bird, Moore (18), Taurasi (6), Charles (10) y Griner (11) —quinteto inicial—; Whalen (12), Augustus (10), McCoughtry (2), Sims, Stewart, Dupree (6) y Ogwumike (2). Árbitros: Roberto Chiari (Italia), Jasmina Juras (Serbia) y Karen Lasuik (Canadá). Fenerbahçe Arena: 5.600 espectadores.