El otro día, tras años de “buscar y comparar” como decía el famoso eslogan conseguí hacerme por fin con una copia de Final Fantasy IX, uno de los míticos miembros de aquella “tríada de Square”, esos tres “FFs” de esa edad de oro del J-RPG que fue la primera Play Station. Y, señores, que gran compra.
Final Fantasy IX no me es nuevo. Ya en los patios de recreo de mi generación era habitual hablar de los Final Fantasy como unos juegos “tó chulos de la plei-uno”, y aunque nunca conseguí una copia sí que recuerdo que me encantaba escuchar las anécdotas de pura fantasía que vivían mis amigos en aquellos videojuegos, especialmente las del juego que quiero analizar hoy, tal vez porque era el más “fantástico” (frente al ciberpunk del VII, VIII y X). Por ello, Final Fantasy IX se me quedó como una “espinita clavada”, un clásico que tendría que conseguir algún día.
Y para mi suerte he podido conseguirlo. Y, mis queridos lectores, en estos tiempos de crisis, en los que la falta de recursos nos impiden a muchos como yo y como a vosotros hacernos con todos los éxitos del mercado al mismo tiempo e incluso yendo uno por uno da gusto echar la vista atrás y encontrar joyas como estas, tan buenas o incluso más que las que ahora nos deleitan.
Pero tampoco quiero sonar como un fanboy, así que, en lugar de limitarme simplemente a deciros que Final Fantasy IX es un gran juego quiero contaros porqué creo que es un gran juego.
Primero está, como es habitual en todo análisis, la historia. Sin duda Final Fantasy IX es un cuento, una novela de fantasía juvenil aderezada con un encanto infantil comparable al que tenían las películas de Disney con las que nos criamos todos, sin faltar, por supuesto, un toque de dramatismo como sólo Square sabía hacer en sus buenos tiempos. Es cierto que no es el “mastodonte dramático” que es Final Fantasy VII, ni es la serie anime ochentera que es Final Fantasy VIII, pero creo que es, sin duda, una de las mejores producciones “a nivel literario” de Square, a la altura de la inolvidable epopeya de Final Fantasy VI.
Y claro está, que sería de esa historia sin los personajes. Sin duda en el grupo que Square montó para la ocasión los hay para todos los gustos, y todos ellos memorables: tenemos al carismático ladrón Yitán, a la sentimental pero a la vez enérgica princesa Garnet, el apesadumbrado mago Vivi, el simplón capitán Steiner, la independiente Quina, la heroína de epopeya que es Freija, la inocente y simpática Eiko y el frío y silencioso Amarant. Y junto a ellos, por supuesto, todo una ristra de secundarios también memorables (como la banda Tantalus, el Conde Cid…) y de antagonistas que le erizan el vello a cualquiera (especialmente la reina Brahne y, claro está, Kuja).
(Veamos, yendo de izquierda a derecha, en la primera fila tenemos a Quina, Eiko, Yitán y Vivi. Detrás están Freija, Garnet, Steiner y Amarant)
Junto a la historia está, como si de una película se tratase, la banda sonora. Toda la historia se encuentra mágicamente llevada por su música, compuesta toda ella por el mítico compositor de la saga de Squaresoft hasta hace poco tiempo, Nobuo Uematsu, que supo dar a cada momento la sensación que necesitaba, desde la rítmica canción de combate hasta la melancólica música del menú principal.
(La canción de la pantalla de título de Final Fantasy IX)
Músicas que ambientan los distintos lugares del mundo de Gaya, dónde se sitúa nuestra historia, todos ellos dotados de un especial carácter gracias a que fueron implementados por “prerrenderización”, esto es, “pasaron directamente”, por así decirlo, del folio en el que los artistas encargados los dibujaron y colorearon a ser escenarios en el videojuego, dando la impresión de que caminamos por las ilustraciones de un libro de cuentos.
(La entrada de Burmecia. Un buen ejemplo de lo que pretendo explicaros)
Por último la jugabilidad. No quisiera detenerme en exceso en este apartado pues no soy precisamente un jugador con antigüedad en la saga, pero puedo decir, desde mi leve ignorancia, que Final Fantasy IX es “muy jugable”. Con ello me refiero a que nunca te desesperará, pero también en pocos momentos te aburrirás o desearás tener un reto mayor del que ya suponen los combates habituales y aleatorios. Y por supuesto con mucha variedad en estrategias, incluyendo el juego largas listas de habilidades que nuestros personajes deberán aprender de su equipo (al estilo de lo visto más recientemente en los Final Fantasy Tactics), invocaciones que quitan el hipo o un sistema de “límites”: versiones superpoderosas de tus personajes que estos sólo alcanzarán tras rellenar un contador de golpes recibidos. Especial mención en este apartado para Quina y su magia azul, pues esta chica (como es habitual para los magos azules en la saga de Square) deberá “aprender” sus hechizos de los monstruos y enemigos del juego, a los que deberá “engullir” cuando se encuentren débiles, como si de una mezcla macabra entre Pokémon y Pac-man se tratase. Y resalto este sistema porque un servidor se ha llegado a tirar horas jugando sólo para poder comerse algunos monstruos y ver si le daban alguna habilidad chula. Y claro, si un juego consigue mantenerte enganchado incluso en lo que debería resultar molesto o tedioso es porque el juego es “muy jugable” ¿No?
Sumando todos sus apartados, y ya como conclusión, en mi opinión Final Fantasy IX es un juego redondo, una historia memorable y un “must-have” histórico (al menos para los que disfruten con un buen RPG). Un juego del que sin duda creo que merece la pena conocer y jugar, aunque sea cierto que tal vez no alcance a sus hermanos VII u VIII, un juego al que me gusta tener, y creo que muchos deberíamos tener como “un lugar al que regresar algún día”, como decía Yitán en esta historia tan bien contada.