Revista Educación

Un lugar en el mundo

Por Siempreenmedio @Siempreblog
Un lugar en el mundo

Si uno googlea "un lugar en el mundo", el primer resultado que obtiene es el de una película argentina de 1992 protagonizada por José Sacristán y dirigida por Adolfo Aristarain. No la he visto. A lo mejor verla respondería a mis preguntas, pero no tengo mucho tiempo. Bajando en los resultados poco más hay que me pueda interesar: una serie española de la que solo se emitieron cinco capítulos (nadie la vio y nadie la recuerda), un blog abandonado (qué original) y un libro de la escritora Katherine Marsh denominado "El niño con el pijama de rayas moderno". No lo he leído (ni me están dando ganas).

Yo buscaba algo más prosaico. Más pragmático. Más literal, menos literario. Buscaba un lugar en el mundo. El mío, para ser preciso. Google, como casi siempre, decepciona.

Me hubiera bastado, al menos, algo de teoría sobre el asunto. Sobre los lugares en el mundo. Por qué tanta gente los encuentra. O los tiene ya desde bien pequeñito. Que apetezcan lo puedo llegar a entender, por experiencia propia. Pero me mosquea la tasa de éxito, la mística al respecto. Y también por oposición: el desarraigado feliz, wherever I lay my hat that's my home. Cómo se hace eso. Qué fibra especial hay que tomar (la soluble, la insoluble o la óptica) para ser feliz allá donde se ponga el huevo.

El problema es que yo pensaba que estas cosas aparecían solas. Como todo en la vida. Como yo pensaba que ocurre todo en la vida, no como ocurre todo en la vida. Uno se deja querer y, tarde o temprano, ¡tachán! Y si no, para eso existía Google. Pero la vida, como Google, casi siempre decepciona. O requiere mucho trabajo para no decepcionar. Como Google.

Dentro de no tanto llevaré media vida moviéndome entre paralelos, cada vez con más dificultad y menos dinero, esperando en cada viaje encontrar el hueco. En el antes, el después o incluso el durante. Idealmente un lugarcito en cada uno de esos adverbios. O en su defecto comprarme un sombrero para poder dejarlo caer allá donde me plazca. No doy con el sombrero.

A lo mejor (y no sería la primera vez) estoy dejándome llevar por las historias de éxito y los lugares en el mundo no son sino una ruidosa minoría. A lo mejor, uno lo que tiene que hacer (y no sería el primer intento) es dejarse de de místicas, dejarse de búsquedas, dejarse llevar, dejarse estar. Asumir (y no sería la primera sospecha) que esas mierdas no existen.

Abro Google.

Un lugar en el mundo


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