Un frio y ordinario lunes, por la madrugada antes de ir a trabajar, la vida me quitó a una persona que yo quise mucho, a una mujer que durante el tiempo que la conocí lo fue todo en mi vida, por esta razón hay en mi corazón y en mi alma una honda herida que aún no cicatriza y quien sabe sí llegue a cicatrizar.
Me acuerdo cuando te conocí, la verdad yo no tenía planes de enamorarme de ti, ni siquiera eso me pasaba por la mente, pero tú con tu ternura, con tu gran corazón poco a poco y sin darme cuenta yo caí en cuenta que te amaba.
Fueron 10 años hermosos, más que hermosos fantásticos en que juntos vivimos un romance extraordinario, de ensueño, no libre de dificultades, ya que en mucho tuvimos que luchar contra muchas adversidades que se oponían de una u otra forma a nuestro amor. Me diste tu vida y te di la mía, por eso fuimos muy felices, tuvimos la bendición de conocernos, de querernos mutuamente.
Ni tú eras la más bella, ni yo era el más galán; pero juntos nos sentíamos más que “Romeo y Julieta” la verdad es que no fuimos perfectos, ¿pero quien es perfecto? ¡Pero si fuimos dichosos! Eso sí, muy dichosos. La verdad siempre me sentí adorado y mimado por ti, por eso yo también me acostumbré a adorarte. Por eso ahora sin ti me siento perdido solo y triste.
Por momentos me imagino que tú no has fallecido y que todo esto es un sueño, un mal sueño, una pesadilla de la que me voy a despertar. Pero luego caigo en cuenta que no es así, que tu falleciste y en lo que me resta de vida ya no volveré a escuchar tu voz ni a tocar tus manos; en esos momentos tu ausencia me pesa una infinidad, aunque luego me acuerdo de lo vivido y caigo en cuenta que tu no hubieras querido verme triste, ni yo quiero darte tristezas allá en donde tú estás ahora.
Tras varios años de luchar contra una dura fractura y contra la cruel diabetes, la vida no se apiadó de ti, pues a eso se le sumó el cáncer de huesos, la verdad fueron momentos muy difíciles, pero aun así fuimos felices, a pesar de todo lo que ello implicaba; porque como cereza del pastel, tú y yo éramos ciegos y para colmo pobres, por eso para atender tu urgente problema de salud nos teníamos que conformar con el seguro social mexicano que era lo único que estaba a nuestro alcance.
A pesar de todo tú y yo nunca perdimos la esperanza, siempre pensamos que tú ibas a superar todos esos padecimientos, yo siempre pensé que eso iba ser un gran triunfo tuyo y satisfacción para ambos.
Sin embargo, la vida tenía otros planes y ahora tú ya no estás aquí conmigo, y yo no puedo evitar estar triste y melancólico; y sí tengo tranquila mi conciencia, aunque considero que por momentos me faltó cuidarte más, me faltó estar más capacitado para afrontar esa situación tan adversa.
Yo aún te extraño y si en mi estuviera hiciera cualquier cosa porque tu vivieras, tal vez en ese sentido soy egoísta, pues muchas personas me dicen que dado los padecimientos que sufrías, ahora ya eres libre de ello y seguramente te encuentras mejor.
Siento que perdí una parte importante de mi vida,
Que es irreparable, pero confió en Dios y en la vida, pues también comprendo que tú no quieres verme triste y que yo tampoco quiero que te pongas triste allá donde estás.
¡Hasta siempre mi amor! ¡Que allá en el cielo estés muy cerca de Dios y de las personas que te quisieron! ¡Dios esté contigo por siempre! Y gracias por todo, gracias por hacerme tan feliz el tiempo que estuvimos juntos ¡enamorados nos acercamos y enamorados nos separamos! No por propia voluntad, claro está, pero hay situaciones como la muerte que por muy injustas que sean, están más allá de nuestras manos y de nuestro entendimiento. ¡Hasta siempre mi amor! El consuelo que me queda es que en algún momento nos volveremos a encontrar, pues todos vamos a fallecer, mientras tanto ¡Ve con Dios, hasta siempre