Revista Insólito

Un maestro pagado con cagajones

Publicado el 17 enero 2019 por Monpalentina @FFroi
El 20 de diciembre de 2018 nos dejaba el periodista y académico Gonzalo Ortega Aragón. Gonzalo nació en Cubillas del Cerrato el 19 de febrero de 1942. Cursó estudios de HUmanidades y Filosofía en Valladolid y Salamanca, fue redactor jefe del Diario Palentino desde 1985, y plasmó en miles de artículos la etnografía, toponimia y curiosidades históricas, conjugando en las mismas, como él mismo afirmó sus dos grandes vocaciones: «la del periodismo y la del palentinismo». En 1996 fue elegido académico de la Tello Téllez de Meneses.
FOTO: OSCAR NAVARRO | Diario Palentino
Un maestro pagado con cagajones
Gonzalo Ortega Aragón | Diario Palentino

El hospital de pobres transeúntes de Bahíllo debió ser uno de los más grandes, mejor dotados y más exquisitamente atendidos de entre los hospitales locales que en siglos pasados había en nuestros pequeños pueblos. A pesar del empeño del obispo de Palencia don Andrés de Bustamante, que en su visita pastoral de 1771 ordenó al cura del pueblo insertar en el Libro del Hospital las cláusulas fundacionales de esa institución, no se pudo hacer constar en tal libro esas primeras ordenanzas de fundación por no haber encontrado nada escrito.
No obstante, don Santiago Francia cree que hay que remontarse al siglo XIV para datar la fundación de este hospital, a juzgar por algunos importantes privilegios de que, según tradición, gozaba en la villa. Llevaría también el título de Real Hospital, lo que suponía una cierta protección real.
Según mandamientos de visita pastoral y por inventarios del siglo XVI, debía haber en el hospitalillo de Bahíllo al menos veinte mantas y veinte cabezales, además de las correspondientes sábanas y algunos simples utensilios de cocina. Eso suponía la disposición de una docena de camas.
Decía más arriba que este Real Hospital debía estar atendido exquisitamente porque en la visita pastoral de 1589, el obispo don Fernando Miguel de Prado, al supervisar el centro de acogida, dejó escritas unas disposiciones que realmente resultan insólitas o al menos chocantes. Ordena que el hospitalero reciba a los pobres siempre con buena cara, incluso que los acaricie y regale, algo así como que les haga carantoñas y mimos y les dé ánimos y confianzas. Y, por supuesto, que les ofrezca camas y ropas limpias.
Manda también el obispo Miguel de Prado que se haga almoneda pública, en domingo o día de fiesta, de las ropas viejas del hospital, que se reserven sólo las que están en buen uso y que lo que se saque de la venta del desguace se invierta en ropaje nuevo. Y así, que se mantenga el centro hospitalario siempre con las veinte mantas y los veinte cabezales aceptables. No deja de ser chocante y extraño que se pudiesen vender públicamente las ropas desechadas, prácticamente inservibles, de un hospital de pobres. Pero así estaban las cosas.
Con todo, lo más curioso, lo más insólito, es que, por un privilegio real, los abonos que las caballerías dejaban en los soportales y en la Plaza de Bahíllo, hasta donde estaba el rollo, pertenecían al hospital. Y los que llevaban en renta sus tierras tenían el derecho añadido de recoger esos abonos, pero, claro está, pagando un suplemento de renta por esas basuras. Desde el siglo XVII, la rentilla de los abonos se aplicaba, con otras colaboraciones, a pagar al maestro del pueblo.
Hoy resultará altamente sorprendente ese aprovechamiento en las calles del pueblo de los excrementos de las caballerías, pero hasta mediados del siglo XX fue práctica usual de las gentes humildes de algunos lugares el recoger esos abonos, que, bien resecos, se utilizaban luego como combustible en las cocinas y trébedes. Esos excrementos tenían también un alto valor fertilizante y se acumulaban en los basureros hasta el momento de abonar las tierras en el otoño. Pero desde luego el de Bahíllo sería el único maestro pagado con las rentas de los cagajones.
Referencias documentales y bibliográficas
Santiago Francia Lorenzo: ‘Notas de Archivo-1’. Edición de la Obra Cultural de la Caja de Ahorros de Palencia y Monte de Piedad. Palencia, 1986. Páginas 198-200.


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