Eso es lo que tengo en mi cabeza, un mar de dudas, el desencanto en lo taurino se ha apoderado de mí después del funesto inicio de temporada que hemos vivido.
Seguí en inicio de San Isidro y desesperé. Por suerte, o por desgracia, la semana pasada vi un toro del Puerto de San Lorenzo, al que le tocó en desgracia ser lidiado por Rubén Pinar. Para mi desgracia también he visto la de Cuadri.
Digo para mi desgracia porque el enfado fue mayúsculo. Unos señores que se hacen llamar “toreros” dejaron escapar el triunfo con unos toros que eran más que propicios para ello, cosa que me tiene sin cuidado. Lo que me enerva es que toros de tamaña calidad no hayan tenido la posibilidad de demostrar su verdadera condición, la de auténticos toros bravos por la ineptitud de estos coletudos. ¡Qué se retiren! y no molesten más, por favor…
La otra tarde de toros de la que “disfruté” fue la de Juan Pedro Domecq, esta fui a verla con todos los recelos del mundo, ¡esos toros están podridos!, pero actuaban dos verdaderos toreros, Julito Aparicio y Morante de la Puebla. Llegué un poco tarde, justo para ver a Julito en volandas camino de la enfermería, el rostro de la gente en el bar era de preocupación, cuando se repitió en las pantallas en percance un escalofrío recorrió mi cuerpo, ya nada importó esa tarde, solo contaba saber la suerte que corría en esos momento el torero, ese Artista que es Julito Aparicio.
Todavía no se sabe a ciencia cierta que suerte correrá, pero él hizo presente la verdad en el ruedo de las Ventas, esto es así. Él y los bravos toros que se corrieron la semana pasada me han devuelto un hilo de esperanza, pero pese a todo sigo dudando si esto tiene algún sentido, si tanto sufrimiento de unos pocos merece la pena ante la pasividad de todos los demás….